Capítulo 172

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CAPÍTULO 172

*narra Martina*

No le doy tiempo a Manuel a contestar que ya me he abalanzado sobre Mauro.

Martina: ¡Déjale en paz! ¡Él no tiene la culpa de nada! - le grito, poniéndome en medio de los dos.

Ana: ¡Deja tú en paz a Manuel! ¡Se sabe defender él solito!

Manuel: Ana, no empieces. - Ana lo mira mal y yo sonrío, el chico del flequillo siempre estará ahí para defenderme - Y tú, Mauro, pensaba que eras lo suficientemente maduro como para darte cuenta de que yo nunca haría nada para separarte de Martina. Quizás el problema está en que la hayas descuidado. - Ahí le has dado, Manuel, esa es la excusa perfecta.

Martina: Eso, Mauro. Últimamente no me hacías ni caso...

Mauro: ¡Vete a la mierda, Martina! Sabes perfectamente que esa no es la razón. Y vete tú también a la mierda, Manuel.

Manuel: ¿Te acuerdas cómo reaccioné yo cuándo te besaste con Ana? ¿Monté un circo como este? ¿No, verdad? Pues ahí se demuestra el tipo de persona y el tipo de amigo que es cada uno. Tú verás. - esto es de las cosas que más me gustan de él, que nunca pierde los papeles y tiene las ideas muy claras.

Mauro: ¿ACASO NO LO ENTIENDES MANUEL? ¡ANA Y YO SOLO NOS BESAMOS PARA PONEROS CELOSOS! ¡PERO TÚ NO SABES LO DIFÍCIL QUE ES QUE TU NOVIA TE DEJE PORQUE LE GUSTA UNO DE TUS MEJORES AMIGOS!

Martina: ¡CÁLLATE, JODER! - me pongo roja. Deduzco que Manuel ya se lo debería de haber olido, después del numerito de la comida. Pero que Mauro lo diga en voz alta, gritándoselo a todo el mundo es demasiado para mí. Yo quiero tener algo con Manuel, pero si las cosas empiezan de esta manera será imposible.

Me largo de la sala, el momento mágico que estábamos viviendo todos se ha desvanecido, Mauro ya se ha encargado de eso. Estoy a punto de entrar en mi habitación para lamentarme de mi mala suerte eternamente, con la cabeza enterrada en mi almohada, pero alguien me lo impide. Se pone delante de la puerta y me mira, muy serio.

Manuel: ¿Es verdad lo que ha dicho Mauro? ¿Que lo has dejado porque te gusto yo?

Se me empaña la vista, no puedo soportar esta situación. Y encima que Manuel sea tan directo, no sé a dónde quiere ir a parar. En vez de contestarle, me tiro sobre él y lo abrazo tan fuerte que creo que lo voy a ahogar. Por suerte, él no se separa y me acaricia el pelo, mientras yo no paro de sollozar. Eso consigue tranquilizarme, aunque el corazón me va a mil a causa del contacto de nuestros cuerpos.  

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora