Capítulo 111

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CAPÍTULO 111

*narra Manuel*

Estamos los dos sentados en la ancha rama, apoyados en el robusto tronco de mi querido Árbol del Ahorcado. Los dedos de Ana están entrelazados con los míos y espero que no los suelte hasta que no acabe de explicarle mi historia. Dirijo mi vista a un punto fijo, no me atrevo a mirarla a sus ojazos marrones y que me desconcentre; cojo aire y empiezo a relatar.

Manuel: Había una vez un niño sentado en el sofá de su casa, con su hermano pequeño al lado. Hacía meses que oía a mis padres discutir y siempre pensaba: "eso huele a problemas... pero... no, seguro que lo arreglan", hasta que nos sentaron en ese maldito sofá y yo ya sabía qué nos iban a decir.

>>Victoria: Vuestro padre y yo nos vamos a separar.

>>Por mucho que ya me lo esperara, mis ojos se anegaron de lágrimas, fue automático. No podía pronunciar una sola palabra. Y aunque ya hayan pasado los años, soy demasiado vulnerable en lo que se refiere a este tema, siempre consigue formarme un nudo en la garganta. Mi hermano Carlos, todavía demasiado pequeño, me abrazaba con fuerza y mi único deseo en ese momento era que nunca me separaran de él.

>>Ahí empezó todo. Mi padre ya tenía hecha su maleta, preparadas las cajas para irse de nuestra casa. El armario de la habitación de mis padres se hallaba demasiado vacío, triste, él también notaría su ausencia.

>> Los primeros meses después de la separación fueron de los peores de mi vida. Aparte de tener que acostumbrarnos a la nueva situación, tanto por una parte como por la otra, nos llenaban la cabeza de mentiras, de comentarios ofensivos. Yo ya no sabía a quién creer, estaban jugando con nuestros sentimientos de una manera demasiado peligrosa, cosa que nunca deberían de hacer a dos inocentes niños. Hasta que decidieron que necesitábamos ir a un psicólogo. Yo fui los dos primeros días, pero decidí no volver más porque ni siquiera me fiaba de ellos, ni siquiera me fiaba de que lo que confesara en esas cuatro paredes no saldría de allí.

>> Pasaron los años, siempre con problemas a causa de la cosa más insignificante que te puedas imaginar, convirtiéndose así la separación en un tema tabú en nuestra familia, tanto por parte de padre como de madre, nunca podías hablar libremente de tu padre en la familia de tu madre y viceversa, ya que estaban como buitres a la espera de cualquier comentario para empezar a atacar.

>> Hasta que llegaron los rostros desconocidos, las personas con las cuales mis padres intentaban rehacer su vida. Pero yo no les aceptaba y eso solo provocó más discusiones, más gritos, más huidas...

>> Tanto mal rollo, tantas cosas que guardarte para ti, tantos lloros a escondidas dentro del armario de mi habitación... solo consiguieron que me volviera una persona oscura, con una tendencia demasiado brutal a desconfiar en los demás y una desilusión en todo lo que tuviera que ver con el amor. Ya no creía en el amor. Si eso les había pasado a mis padres, dos personas que antes se querían, pero que el amor había sembrado un odio entre ellos que ningún ser humano sería capaz de soportar durante mucho tiempo... ¿por qué no podría pasarme a mí? Me negaba rotundamente a probar el amor, sería un hombre solitario, pero alocadamente feliz toda mi vida. Pero llegaste tú, Ana, y rompiste todos mis esquemas, todos mis ideales y todos mis planes de futuro. Una persona tan maravillosa y compleja como tú nunca me haría lo que se hicieron mis padres, no tenía por qué pasarme a mí lo mismo, me decía para convencerme... Y finalmente, dimos el paso, nos besamos. Y en mí se volvió a instaurar el miedo, el miedo a perderte, el miedo a que terminásemos odiándonos, el miedo a que mi vida se conviertiera en un permanente vacío, al haberte encontrado y después perdido, de esta manera ya nunca podría ser un hombre solitario alocadamente feliz, ya que siempre me faltaría mi mitad. ¿Sabes que según la mitología griega, los seres humanos fueron creados originalmente con cuatro brazos, cuatro piernas y una cabeza con dos caras? Temiendo su poder, Zeus los dividió en dos seres separados, condenándolos así a pasar su vida en la búsqueda de sus otras mitades. Y aunque yo sea muy joven, sé que he encontrado a mi otra mitad. Y tengo miedo a pasarme el resto de mi vida condenado por haber perdido a mi mitad.

Fin del relato. Respiro con dificultad después de todo lo que he hablado y me seco las lágrimas que he derramado. Ana me aprieta la mano con fuerza, a ella también se le han escapado unas lágrimas que intenta ocultar. Me mira a los ojos, afectada por todo lo que le acabo de explicar.

Ana: Lo superaremos juntos, que me hayas explicado todo esto ya ha sido el primer paso para superarlo. Gracias por confiar en mí. Haré todo lo posible para que tu miedo al vacío, a perderme, se desvanezca. Yo tampoco quiero que te vayas nunca de mi vida, también creo que eres la mitad que me faltaba.

Nos fundimos en un abrazo reparador, soltando todas las lágrimas que teníamos guardadas, apoyándonos sin palabras, disfrutando del placer de haber encontrado a tu otra mitad.

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora