Capítulo 98

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CAPÍTULO 98

*narra Guillermo*

Me hallo en mi lugar favorito de la residencia: la cocina. He pasado más tiempo aquí que en ningún otro sitio, cocinar me ayuda a evadirme de la realidad, a no pensar en Teresa y a tener mucha práctica para el programa.

Pip. Es mi móvil. Es un mensaje por el grupo de los chicos, que ahora ya solo estamos Manuel, Mauro, Víctor y yo, que ahora dormimos los cuatro en la misma habitación. Leo el mensaje.

Mauro: En cinco minutos nos vemos en la habitación. Hasta ahora.

Qué inoportuno, estaba a punto de poner el bizcocho en el horno. Mi gran tentación es ignorar el mensaje y seguir aquí, pero me acuerdo de lo que me dijo Mendicuti, que me relacionara más con todos y quizás ya vaya siendo hora de hacerlo.

*narra Manuel*

Me doy el último balanceo y bajo saltando del columpio. Me acerco al de Ana, que todavía está sentada, la rodeo con mis brazos y la beso profundamente, me permito disfrutar de su unión, no hay vacío que pueda competir contra lo que siento cuando la beso.

Manuel: Nos vemos en una hora en el Árbol del Ahorcado.

Ana: ¿Permites que Garfio vuelva a entrar en tus aposentos?

Manuel: Puedo contra ti y todos tus secuaces, no te tengo miedo, bacalao.

Ana: Pues ten cuidado de que no nos llevemos a tus niños perdidos y te envenenemos, Pan.

Manuel: Pues ten cuidado de no revelarme tus planes para que no pueda fastidiarlos.

Me saca la lengua, yo cacareo mientras me alejo, sin mirar atrás. En mi mente se disparan distintas imágenes borrosas que solo hacen que torturarme. Mi hermano abrazándome, cajas repletas de ropa y objetos, psicólogos, rostros desconocidos, discusiones, gritos, mentiras, huidas...

*narra Mauro*

Salgo de la piscina y me envuelvo en una toalla. Martina todavía sigue dentro, me gusta ver cómo nada, el brillo que desprende al moverse.

Mauro: Me voy ya.

Martina: Hemos quedado dentro de una hora, ¿no?

Mauro: Sí, en la parte del jardín donde hay muchos árboles.

Martina: Hasta luego, amor. Te quiero.

Mauro: Te quiero. - le lanzo un beso mientras desaparezco por la puerta.

*narra Víctor*

Entro en la sala común, por fin la encuentro. Ahí está, sentada en el sofá, mirando a la nada.

Víctor: Puedes abandonar un rato tu cara de atontada.

Aina: ¿Eh? - levanta la vista - Déjame - sacude la mano.

Víctor: Escúchame solo un momento. Te espero dentro de una hora en el jardín, donde está ese árbol tan robusto. No faltes, por favor.

Aina: ¿Por?

Víctor: Tengo que decirte una cosa muy importante.

Aina: De acuerdo, ahí estaré. - y vuelve a dirigir su mirada hacia un punto que solo ella puede ver.

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora