Capítulo 117

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CAPÍTULO 117

*narra Martina*

Mauro: Violeta para ti tengo yo una canción... - entona mi chico, con una voz muy dulce.

Estoy sentada en el suelo del invernadero, tras la escena vivida con todos mis compañeros y el inconsciente de Víctor, necesitaba airearme de todo. El invernadero era la opción perfecta.

Mauro: Sabes que ya no habrá primavera, si tú no estás aquí violetera - se acerca cantando, ofreciéndome una violeta. - La primavera ha venido y yo sé por qué ha sido... Entre las flores que ofreces, es como una flor...

Una cosa que no os había contado es que mi novio es un friki de las películas antiguas y sus respectivas canciones. Cuando me lo confesó, es algo que no me cuadraba con su personalidad, pero todos tenemos nuestras pequeñas aficiones que nos gusta guardarnos para nosotros. Aunque me alegra mucho que él decidiera compartir la suya conmigo. Hemos visto ya un montón de veces esta película, "Violetas imperiales", y nos sabemos este trozo de memoria. Así que reproducimos a la perfección esa escena.

Mauro: Vuelve a tu rincón de la Alhambra... Donde copia la luna tus zambras... - me canta Mauro, sorprendentemente afinado y agudo, mientras bailamos al ritmo de la canción - Violeta de España, tú en tierra extraña, vives dando sentido a mi amor...

En la película, el chico se aproxima para besarla pero la chica se va corriendo. Y eso es algo que nunca haré, irme corriendo cuando Mauro vaya a besarme. Así que salvo la poca distancia que nos separa y disfruto de la unión de nuestros labios y de las mariposas que vuelan revoltosas por mi estómago.

*narra Lucas*

Voy derecho a mi habitación, ya es hora de dormir después de este día tan agotador, los conflictos son agotadores, pero no sé cómo lo hacemos que los atraemos como la miel a los osos.

Paso por delante de la sala común y me sobresalto al oír un ruido. Es la tele, alguien se la habrá dejado encendida. Pero cuando me acerco, me doy cuenta de que Rocío se ha quedado dormida en el sofá mirando Tu cara me suena. Me quedo un rato observándola, en el cual no mueve ni una pestaña, es tranquila durmiendo, todo lo contrario a cuando está despierta. Apago la tele y la cojo en brazos, ella ni se inmuta, ya me lo imaginaba. Y la llevo sigilosamente a su habitación, la tumbo en su cama, la tapo, le doy un beso en la frente y me marcho a mi cuarto. 

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora