Capítulo 91

187 9 0
                                    

CAPÍTULO 91

*narra Ana*

Ya volvemos a estar en la residencia, el viaje se me ha hecho demasiado corto. Para mí, Disneyland ha sido un verdadero respiro y ha dado un gran giro en mi relación con Manuel. Por fin hemos sido valientes, por fin he podido descubrir qué puedo llegar a sentir cuando sus labios rozan los míos. Y he de decir que no me ha decepcionado, al contrario. Pero no os engañéis, no quiero que penséis que quiero que seamos los típicos moñas, plastas y cursis. Mi relación con Manuel va a seguir igual, vamos a seguir siendo mejores amigos, vamos a seguir haciendo tonterías. La única diferencia es que ahora ya no hay secretos entre nosotros y somos libres para querernos de todas las maneras posibles.

Hablando de Manuel, he quedado esta noche con él en los columpios. Es tradición reunirnos todos el día antes de la prueba de eliminación, pero esta vez ya tuvimos bastante con la fiesta de disfraces, que no dejó a nadie indiferente... y hoy cada uno va a la suya.

Llego a los columpios pero él no está. En el sillín de uno de ellos me encuentro mi garfio, el que llevé para disfrazarme de Capitán Garfio. Lo cojo y me lo pongo en la mano izquierda y justo cuando estoy mirando lo bien que me queda, oigo un cacareo lejano. Es Manuel, segurísimo. Doy una vuelta sobre mí misma pero no veo a nadie. El cacareo ahora es más insistente y más definido. Empiezo a andar hacia el sonido y ahora el cacareo cambia por un "eres un bacalao, bacalao, bacalao...". No sé por qué, pero esta frase me pone de los nervios, será que me meto demasiado en la piel del gran Garfio. Miro por todo mi alrededor pero no hallo a Manuel.

Ana: ¡Sal de tu escondite, cobarde!

Me pego un susto de muerte cuando un cuerpo sale volando de un árbol y aterriza en el suelo, haciendo crujir las hojas.

Ana: Tu complejo de Peter Pan es demasiado grande, vas a hacerte daño. - ayudo a Manuel a levantarse, lleva el gorro de Peter, este chico está obsesionado con él - Voy a empezar a dudar si quieres más a Peter o a mí...

Manuel: Uff, menuda duda más tonta, está clara la respuesta. A Peter, por supuesto JAJAJA. - iba a replicar pero me calla con un beso. - Vamos a cenar.

Ana: ¿Dónde?

Manuel: En el Árbol del Ahorcado. - me señala el árbol de donde se ha tirado. Estoy flipando.

Me ayuda a subir en él, pensaba que se me daría peor, pero soy bastante ágil. Él sube en un santiamén, creo que ya lo habrá hecho cientos de veces. Es un árbol grande, de troncos anchos y robustos, en un hueco tiene guardada la comida.

Manuel: Hay que coger fuerzas para la prueba de eliminación.

Vivimos una velada única y realmente especial, cenando encima de un árbol, compartiendo aventuras, tonterías, risas, sueños, futuros imaginarios compartidos... Ahora mismo puedo decir que soy realmente feliz.

Ana: Me quedaría aquí para siempre, me niego a bajar de este árbol.

Manuel: Oye, no lo menosprecies, no es "este árbol", es El Árbol del Ahorcado. Y si es tu deseo... Podemos quedarnos a dormir aquí.

Ana: ¿Como hace Katniss Everdeen?

Manuel: Exactamente, he traído un cinturón para agarrarnos y un saco de dormir.

Ana: Dios, no pensaba que llegarías a sorprenderme tanto.

Manuel: Ay, Anita, tienes que confiar más en tu chico.

Ana: ¿Eres mi chico?

Manuel: ¿Quieres que lo sea? - le respondo con un dulce beso.

Nos acomodamos en el árbol, es lo suficientemente ancho para que quepamos los dos.

Ana: No sabes las veces que he soñado en hacer esto mientras leía Los Juegos del Hambre... Gracias, genio de la lámpara.

Manuel: Cada vez soy más cosas, tendrás que apuntártelas para acordarte de todo.

Ana: No será necesario, bacalao.

Manuel: ¿Que no será necesario? ¡El bacalao eres tú! JAJAJAJA. - me empieza a hacer cosquillas, me tambaleo y por poco nos caemos, pero contraataco, usando también mi garfio, hasta que él no puede respirar de la risa.

Ana: Ya has aprendido la lección, bacalao. A cosquillas no me ganas.

Manuel: Cállate y duérmete, bacalao.

Ana: Cómo hueles a derrota, bacalao. - intenta indignarse, pero no lo consigue. Estamos tumbados de lado, mirándonos a los ojos. Me coloca un mechón de pelo en la oreja.

Manuel: Te quiero, bacalao.

Ana: Te quiero, Manuel.

Manuel: ¡Oh! ¡He conseguido que dejes de llamarme bacalao! ¡Gané!

Ana: Manuel cargándose un momento bonito parte quinientas.

Manuel: Si era a ti a la que no le gustaban las cursiladas.

Ana: Bien hecho, sabes cómo funciono. Anda, vayamos a dormir que mañana será un día duro.

Me quedo dormida, bien agarrada a Manu, mientras él me acaricia el pelo y antes de sumirme en un profundo y dulce sueño oigo un ya muy lejano susurro: "Yo sí que te quiero, Ana".

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora