Capítulo 144

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CAPÍTULO 144

*narra Aina*

El juego ya se ha terminado porque nadie sigue con ánimos de continuar. Y yo la que menos. Pensar que toda la felicidad que sentí al llegar aquí ya no la encuentro, por mucho que la busque se ha escapado de mis manos. No sabéis lo que me duele esta situación, yo no quería llegar a estos límites. Aunque ahora los límites se han difuminado.

Llego a mi habitación y me quedo de piedra cuando veo mi maleta abierta encima de mi cama. Vacía. Aunque no del todo. Tiene una nota dentro.

<<Te he hecho un favor, me he deshecho de tu ropa, ya estaba demasiado vieja, cariño. Si por un momento pensaste que no ibas a recibir tu merecido por entrometerte en mi vida de mala manera, estabas muy equivocada. Esto solo acaba de empezar. Yo soy la perra loca de aquí, ¿recuerdas?>>

Se me nubla la vista a causa de mis incontrolables lágrimas. Esta no es la Marta que conocí.

Me pierdo por la residencia, buscando mi ropa, en algún lugar tiene que estar. Hasta que paso por delante de la piscina y solo tengo ganas de tirarme por el balcón cuando veo toda, absolutamente toda, mi ropa dentro de la piscina. Me quedo un rato de rodillas, observándola, sin poder controlar mis sollozos, Marta se ha pasado. Hasta que unas manos tocan mis hombros. Me giro bruscamente y me encuentro a Claudia. Voy directa a sus brazos y ella me abraza con mucha fuerza.

Claudia: Ha sido Marta, ¿verdad? - me susurra. Asiento, entre hipidos, y ella me pone las manos en mis hombros y me mira muy seria. - Ya recojo yo toda tu ropa, tú ahora tienes que devolvérsela.

*narra Marta*

Marta: ¡Marcos! - él me ignora y entra en el invernadero. Lo sigo. - ¿Quieres hacerme caso? - le reprocho, cuando ya lo he alcanzado. Lo agarro del brazo para que no se vaya.

Mendicuti: Te has pasado con Aina. Y con todos. - tras este comentario deseo que no se entere de lo que le acabo de hacer a Aina...

Marta: ¿Ah sí? Perdona por estar asustada de que te quedes con ella después de decir delante de todos que todavía sientes cosas por Aina, a la vez que me besas y dices que sientes cosas por mí, perdóneme usted.

Mendicuti: Pues perdóname tú por intentar quererte únicamente a ti, pero no eres de gran ayuda con tus acciones, ¿sabes?

Marta: Soy así, Marcos. No puedo cambiarlo.

Mendicuti: No, tú no eres así. Blair Waldorf es así. Tú eres una mera copia de ella. Tienes que encontrarte a ti misma y no vas por buen camino.

Se me forma un nudo en la garganta, ha tocado un tema peligroso. No puedo controlarme y el llanto se apodera de mí.

Mendicuti: ¿Qué? - me susurra mientras se acerca todavía más a mí.

Marta: No sé quién soy, - digo, en un susurro apenas inaudible - no puedo abrirme a la gente y necesito una coraza como la de Blair para que no me salpiquen las maldades del exterior...

Mendicuti: Deshazte de ella, sé que allí se esconde la Marta de la que me enamoré.

Marta: ¿Estás enamorado de mí? - lo miro a los ojos.

Mendicuti: Cada vez me cuesta más estarlo...

Poso mis manos en su nuca y lo acerco a mí, ansiando que nuestros labios vuelvan a tocarse. Cuando lo hacen, me decido a cambiar, a intentar superar mi pasado y a encontrarme a mí misma de una vez por todas.

Oigo a alguien carraspear, Marcos y yo nos separamos y se me ensombrece el rostro cuando me doy cuenta de quién es.

Marta: ¿Qué haces tú aquí? - escupo las palabras.

Aunque sé perfectamente lo que está haciendo, su expresión marcada por las lágrimas y la furia es la respuesta.

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Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora