Capítulo 158

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CAPÍTULO 158

*narra Ana*

Por fin ha llegado el momento de reencontrarme con Manuel. El día de ayer fue eterno. Encima con Efrén revoloteando a mi alrededor...

En cuanto llegamos a la residencia, me voy corriendo a la habitación de los chicos, sin esperar a nadie. Abro la puerta bruscamente y enciendo las luces, despertándolos así a todos. A todos menos a Manuel.

Mauro: ¿Pero qué...? ¿Eres Ana? - balbucea, adormilado.

Ana: Eso no importa, Manuel no ha dormido aquí, ¿verdad?

No doy margen a que me contesten y me voy corriendo al Árbol del Ahorcado. Por el camino, arranco un diente de león.

Al llegar a la base del Árbol, tengo que contenerme demasiado para no ponerme a gritar. Subo con mucho cuidado por el tronco y al encontrarme a Manuel, tan frágil durmiendo, con las manos entrelazadas en su estómago, los latidos de mi corazón incrementan de manera peligrosa. Estoy muy nerviosa y muy contenta a la vez, no me puedo creer que se esté produciendo el reencuentro tan pronto. Me aproximo a él y le toco la mano suavemente, se me pone la piel de gallina. Entonces, con mi diente de león le rozo la nariz, los ojos y los labios. Él se empieza a mover y se rasca la cara, sin abrir los ojos. Intento no reír, pero es muy difícil. Sigo molestándolo hasta que abre los ojos.

Manuel: Ah, eres tú, Ana. - y los vuelve a cerrar, con una sonrisa. De repente, los vuelve a abrir bruscamente y me mira, sin poder creérselo - ¡ERES TÚ, ANA! - y se lanza a abrazarme. Por poco no nos caemos del árbol. - ¿Qué haces aquí? ¿Eres real? - y me pellizca los mofletes para asegurarse.

Ana: No, soy su fantasma que viene con ganas de cosquillas.

Pasamos un buen rato entregándonos el uno al otro, con cosquillas, besos, bromas... Le explico el porqué de mi visita y a él se le ilumina la cara.

Manuel: El destino no quiere separarnos.

Bajamos del Árbol del Ahorcado y nos dirigimos, de la mano, a la sala común, que es donde creo que estarán todos nuestros compañeros. Pero por el camino nos encontramos con una desagradable visita. Todo ocurre demasiado rápido para poder intervenir. Efrén nos intercepta, por la espalda, estira fuertemente el pelo de Manuel mientras le pega un puñetazo en todo el estómago. A mí me pega un brusco empujón para que no me meta. Tira a Manuel al suelo y empieza a pegarle patadas, yo me levanto como puedo, tras el empujón y me subo a la espalda de Efrén, mientras le hago todo el daño que mis manos y mis dientes me permiten, ojalá tuviera aquí el garfio, pero el garfio de verdad. Solo quiero matar a este impresentable que irrumpe en mi vida cuando menos lo necesito.

Detrás del delantalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora