James Fist.

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Las luces eran brillantes parecía que era medio día dentro de la habitación pero en realidad el sol se estaba poniendo, pronto ya seria noche y Hale seguiría sin mover un solo músculo.

Ya me han preguntado varias veces cual es mi relación con ella, pero entre ella y yo no existía nada remotamente parecido al amor. Eramos compañeros, mi líder y mi maestra. Le tengo respeto nada más. Me preocupa que pueda perder la vida tan joven ya que no ha podido vivirla de manera normal. Le debo todo lo que soy ahora a ella.

Mire los monitores al lado de su camilla, todo seguía igual. La miraba a ella, miraba el techo, el suelo y luego volvía a su cara.

Sus ojos estaban cerrados pero bajos sus párpados se encontraban unos ojos color verde jade, sus facciones eran finas y algo infantiles que da la impresión de ser una niña de quince años y no una chica de diecinueve. La primera vez que la vi no solo pensé que era una chica menor que yo, pero nunca me cruzo por la cabeza que fuera una asesina de sangre fría, o al menos eso me dijo que era ella.

Yo estaba solo e inconsolable, mis padres acaban de morir y no tenia idea de que hacer con mi vida, primeramente porque solo era un adolescente de dieciséis años y estaba asustado, hasta que un día Hale apareció en la esquina de un local poco famoso de Seattle y me acogió como si me conociera de toda la vida. Me ayudó, me enseñó, me forjó a su manera, confío en ella y todo lo que me diga sea bueno o malo, sé que lo dice por una buena razón.

James...

Una voz sonó cerca de mis oídos pero hizo eco en mi mente como solo existiera dentro y nunca hubiera estado en el exterior. Voltee a mirar a mi alrededor, pero estaba solo, Hale seguía inmóvil y los ojos cerrados, así que no pudo ser ella quien lo dijo. Me levante de la silla para investigar el pasillo, pero estaba vacío.

James...

Regresé al cuarto hipnotizado por la voz que me parecía tan familiar. Me paré a pie de la camilla mirando a Hale durmiendo con profundidad, viendo como su pecho subía y bajaba por la maquina que la ayudaba a respirar.

James... ¿Dónde estas?

Miré a Hale completamente seguro de que era su voz era que estaba escuchando.

—¿Hale? ¿Estas despierta?

Claro que estoy despierta tonto.

Su tono era molesto pero alegre me daba gusto oír su voz pero me asustaba un poco en las circunstancias en las que lo hacia.

Acércate, quiero verte.

—¿Qué?— dije sin entender a qué se refería o lo que estaba pasando. Sus ojos estaban cerrados y todo su cuerpo estaba inerte nada había cambiado de los últimos cinco minutos, o de las últimas seis horas. —Hale, ¿estas muerta?

James, no seas estúpido. Te estoy hablando ¿no? Es obvio que no estoy muerta. Ahora ayúdame a levantarme.

Ella tenia un punto ahí. Y también era el hecho de que sus latidos eran regulares y su respiración constante. Nada fuera de lo normal.

—Hale— comencé a decir como si temiera recibir el peor castigo del mundo —Estas inconsciente.

James, es no es posible. Estoy hablando, te oigo y creo que casi te veo. Te siento a lado de mí, así que no puedo estar inconsciente.

—Estas acostada enfrente de mí, Hale, con un tubo en tu garganta e intravenosas en tus brazos. Has estado así desde hace doce horas. No te he visto reaccionar desde las siete horas que he estado contigo.

Hale Knight Donde viven las historias. Descúbrelo ahora