18. Escena conyugal

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Tienes la misma culpa que tengo
Aún que te cueste admitir
Que sientes como siento
La almohada no suele mentir

Yo no quería amarte
Tú me enseñaste a odiarte
Todos los besos que me imaginé
Vuelven al lugar donde los vi crecer
(Pablo Alboran)
*****

JANE POV

Me observé al espejo por enésima vez, tratando de convencerme de que todo estaba bien. Me sentía como una estupida por arreglarme para ver a mi esposo. Lo odio, realmente lo odio, pero no puedo negar que aún me atrae. Se que es ilógico y que él no siente nada. Terminé de cepillar mi cabello y alise las arrugas inexistentes del vestido. No podía aplazarlo mas. Debía dejar a un lado mis sentimientos de mujer y concentrarme en ser la reina fría que busca justicia.

Suspire y salí de la habitación. Una de las cosas que extrañaban de Volterra era el silencio que había en los pasillos, un silencio interrumpido por el ruido que provocaban mis tacones al chocar con el suelo de mármol. Baje las escaleras y me crucé con varios guardias. Llegué al subsuelo y encontré a Dylan enfrente a una puerta, suspire y alcé una ceja.

-¿Cómo está?

-Tranquilo. Hasta el momento no ha provocado ningún escandalo, ni ha intentado atacarnos.

-Bien -mire la puerta unos segundos antes de continuar-. Dile a Rocco que venga y entre cuando se lo ordene.

-Sí Maestra -él dio un paso al costado y abrió la puerta. Le sonreí y entré al calabozo.

Me había costado mucho trabajo convencer a Aro de hacer algún tipo de reformas. Con el embarazo y la crisis mundial no había tenido tiempo para pensar en nada. Una vez que me instale en Londres, le pedí ayuda al reino Stilinski para poder modernizar los calabozos y convertirlos en celdas similares a las salas de interrogatorio del FBI. Un espejo ocupaba toda la pared, aunque en realidad era una ventana para que los guardias pudieran observarnos y defenderme en caso de que algo saliera mal.

Benjamín estaba sentado en una silla, con las manos y los pies atados con cadenas de hierro. Su oscura mirada buscó la mia y vi como la curiosidad lo dominaba. Me observó lentamente y una leve sonrisa se formó en sus labios. Lo mire con desprecio y superioridad, cerrando la puerta detrás de mi para tener un poco de intimidad.

-Te ves hermosa Jane, el celeste realza tus ojos azules y y te da una apariencia angelical.

-Jane Malek hubiera aceptado tus elogios y quizas se hubiera ruburizado. Jane Vulturi solo siente asco y es indiferente a tus vulgares intentos de conquista.

-Aún eres Jane Malek así que deberías ser una buena esposa y ruborizarte.

-Soy una Vulturi y seguiré siéndolo hasta que me muera. Malek es solo un error que aún sigue siendo válido en mis documentos, pero eso se solucionará cuando los trámites del divorcio terminen -sonreí fríamente-. ¿"Deberías ser una buena esposa"? ¿No te parece ilógico que pidas eso cuando tu me fuiste infiel por más de diez años?

-Tu también me fuiste infiel. Cualquiera que vea las noticias sabe que estuviste en una relación con tu guardia.

-Yo no veo esa relación como una infidelidad. Tú estabas muerto y yo tenía derecho a rehacer mi vida -me crucé de brazos- ¿Qué te importa? No te debo explicaciones, tú me las debes a mi.

-Soy tu esposo y me debes todas las explicaciones que te pida. ¿Cómo te atreves a meter a un hombre en tu cama cuando nuestra hija era una niña? Eres una cerda infiel.

-¡Y tú un cerdo adultero! -grité- Yo no hice nada malo, en cambio tu... Tú eres un maldito enfermo que follaba como conejo delante de su hija, no solo eso, ¡también la violaste!

Lady Vulturi IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora