30. Muffins asesinos

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ELIZABETH POV

–No me molesta hacerlo, de verdad —le sonreí amablemente a Ingrid.

–De ninguna manera señorita, la señora Esme me contrató para hacerlo, así que dígame que quiere que haga y yo lo haré.

—Por favor, realmente quiero hacerlo.

–Ya le dije que no.

–Tengo dos manos y puedo hacerlo, no me hagas sentirme una muñeca tonta e inútil.

–Señorita no insista. Dígame que hacer y yo lo haré.

Suspire y me fui de la cocina sintiéndome completamente inútil e impotente. ¿Por qué todos debían ser tan snobs y dejar que el servicio doméstico hiciera todo? No podía limpiar mi habitación y ahora tampoco podía cocinar. No quería encerrarme en la biblioteca y tampoco quería que mis tías me ayudaran a vestirme y me usaran como Barbie.

Caminé hacia el living para sentarme en un sillón y pensar en algo bueno para agasajar a Michael. Escuché el sonido de unos tacones y vi a mi madre bajar por las escaleras, completamente concentrada en su tablet. Alzó la vista para ver el living y nuestras miradas se encontraron, una sonrisa se formó en sus labios y se acercó a mi lentamente.

—Beli, ¿qué haces aquí sola? ¿Victoria te trató mal? —sonreí amablemente y negué con la cabeza.

La mayoría me llamaba Elizabeth o Eliza, pero ella siempre me cambiaba el nombre. A veces era Eli, Eliz, Elizbe, Lizzy, Liza, Liz, Beth, Beli, Bazi, Ela, Zile o Azil. Algunos eran horribles, pero otros como Lizzy o Liz me gustaban. No entendía como era capaz de inventar tantos nombres, tal vez era su forma de demostrar cariño. Una forma algo extraña.

—Victoria se fue con Shakira hace una semana.

—Es cierto, lo había olvidado, ese par es muy unido –su mirada se volvió pensativa durante un instante antes de volver a prestarme atención—. ¿Qué te tiene así? Pareces un poco enojada.

–Quiero cocinar pero Ingrid no me deja —juntó sus cejas un instante y me observó con curiosidad.

—¿Por qué quieres cocinar? Para eso están Ingrid y Ana.

–Voy a salir con Michael y quería prepararle algo para tratar de compensar lo que le hicieron los guardias.

–Ahh... Quieres seducirlo a través de la comida, es un truco bastante clásico pero sigue dando buenos resultados. A los hombres les gustan las mujeres que saben cocinar bien, generalmente las miran con más cariño y tratan de conservarlas –abrí mis ojos sorprendida y me puse levemente nerviosa.

–¡No! Yo... yo no... yo no quiero seducirlo.

–Tranquila, no es nada malo tomar la iniciativa. Los hombres a veces son lentos y no captan las pistas que les damos sutilmente.

–¡No quiero seducir a nadie, mamá! –grité y sentí mis mejillas calientes. Me odie por reaccionar así y tome aire antes de hablar tranquilamente–. Michael solo es un amigo, nada más. No lo veo con un interés romántico, él es el primer amigo que tengo y no quiero perder su amistad.

–Esta bien –sonrió enigmáticamente y comenzó a caminar hacia la cocina–. Sígueme y cumpliré tus deseos extravagantes –hice una pequeña mueca y la seguí en silencio hasta la cocina–. Ingrid, vete de la cocina.

—¿Por qué señorita Jane? —preguntó la mujer levemente confundida.

–Mi hija quiere cocinar y tu no la dejas. ¿Quién se supone que eres para darle ordenes a mi hija? —la pobre mujer retrocedió asustada al escuchar el tono autoritario de mi madre–. ¡Largo! No te quedes ahí como una estatua. Si en cinco segundos no te vas, empezaré a usar mi don.

Lady Vulturi IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora