9. El Cairo, ¿paraíso o infierno?

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SHAKIRA POV

Los rayos del sol comenzaron a acariciar mi rostro, haciendo que suspirara y me diera vuelta para seguir durmiendo. En el fondo algo llamo mi atención. ¿Por qué el sol me da en la cara? Eso nunca me pasa. Abrí los ojos y por un momento me sentí perdida al ver la habitación en la que estaba. Una vez que supe en donde estaba, corrí hacía la ventana para verificar que no estaba soñando y realmente pasaría diez días en la capital egipcia. Abrí la ventana y deje que la brisa cálida me envolviera al mismo tiempo que disfrutaba de la vista de la ciudad. Al darme cuenta de que estaba perdiendo tiempo vital, salí de la ventana y fui a darme un baño. Termine y me vestí con una musculosa roja, una falda beige y unas sandalias cómodas. Tome mi cartera y el horroroso teléfono de Phoebe para sacarle la tarjeta SIM y comprar algo más decente. Mirando con cariño el teléfono se me ocurrió que quiza sería una buena idea donarlo a un museo para que lo exhiban como una reliquia tecnológica de la primera década del siglo XXI. Reí al imaginar a un grupo de niños en un museo dentro de un siglo viendo televisores en blanco y negro, computadoras gigantes y teléfonos que pueden usarse como armas de defensa. Con esa idea en mente salí de la habitación.

Llegué a un lugar donde vendían teléfonos y compré uno moderno y sencillo, seguramente Phoebe sabría usarlo aunque luego de usar el mío se deprimiria un poco. Salí de ahí y fui a buscar una cafetería o algún lugar decente donde poder desayunar. Tenía algo de hambre y no recordaba cuando había sido la última vez que comí algo. Recordaba haber tomado zumo de fresa en la noche, pero no recordaba sí había almorzado o desayunado el día anterior. Da igual, seré delgada pero nunca llegaré a ser anorexica, al menos no llegaré a eso si mi sistema sigue aceptando la sangre humana como un alimento. Sonreí ante la posibilidad de ir a una discoteca y seducir a algún chico para beber su sangre, no era la primera ni la última vez que abusaría de mi parte vampírica porque olvidaba alimentarme como un humano normal. Probablemente mis abuelos me retarian por esto, pero a diferencia de mis primos, soy más vampira que humana por lo que la sangre me atrae más y me quita el hambre por varios días. Suspire y terminé con el café con magdalenas que había pedido, pagué la cuenta y me fui.

Algo que me llamó la atención fue ver que gran parte de las mujeres iban completamente cubiertas y con velos envolviendo sus cabezas. Las observé caminar preguntándome como eran capaces de aguantar el calor demencial de la ciudad si estaban tan vestidas. Divise a un grupo de turistas y deje de mirar a las mujeres para seguirlos ya que quería divertirme y conocer la ciudad. Durante mucho tiempo quise venir hasta aquí, pero nunca me fue posible hacerlo. Ahora que al fin estaba aquí, resultaba que no tenía idea de a donde ir.

Caminamos durante varias calles hasta que llegamos a un museo. Hice una mueca mientras sentía el deseo de cortarme las venas con un cuchillo de plástico. No podía creer que había desperdiciado mi valioso tiempo para seguir a un grupo de turistas y terminar en un museo. ¿Existe algo más aburrido que un museo? Con un suspiro de resignación los seguí y entré al museo. Había una gran cantidad de adornos y joyas en oro y otras piedras preciosas que no pude identificar. Vi con un poco de admiración la cantidad de momias que había en representación de los faraones. Las esculturas y la cantidad de tesoros faraonicos no me impresionaron demasiado ya que eran bastante parecidas. Luego de una hora enfrente a las tumbas de Tutankamón y de Ramsés II sentí que mi cerebro iba a explotar si seguía escuchando la historia de cada pieza del lugar. Quería divertirme, no una clase gratis de historia, suficiente tuve con aguantar a la bruja de Miss Cata por un año.

Salí del museo y empecé a caminar sin rumbo fijo por las calles. Me alejé de la zona turística y empecé a notar que las calles estaban más sucias, los edificios eran viejos o estaban abandonados en lugar de ser lujosos y atractivos, las mujeres tenían el miedo grabado en sus ojos y en la forma de moverse, igual que Phoebe. Algunas me miraban con horror, otras con pánico y las más valientes me gritaban cosas que supuse que serían insultos a juzgar por la forma en la que lo decían. Había tomado algunas lecciones de árabe pero definitivamente no poseía un gran dominio de esa lengua gracias a que tenía que estudiar en secreto para que a mi familia no le diera un ataque o quisieran internarme en un hospital psiquiátrico. Algunos hombres también me miraban, aunque al contrario de las mujeres, ellos me veían con deseo.

Muy en el fondo de mi ser, y aunque me negara a admitirlo, me estaba empezando a arrepentir de aventurarme sola por las calles de El Cairo. Las miradas lascivas de los hombres me estaban asustando y de la nada comencé a escuchar unos gritos que me dejaron helada. Sabía que era una locura, probablemente también era un acto suicida, pero decidí seguir el sonido de los gritos hasta llegar a una casa abandonada. Camine en silencio hasta una ventana y cubrí mi boca para contener mis gritos al ver el origen de los gritos. Varias mujeres sostenían a una niña fuertemente para que no se moviera, una anciana tenía un cuchillo algo viejo y lo acercaba hasta las partes íntimas de la niña. Cubrí mis ojos y volví a escuchar los gritos de la niña. Aprete mis puños y decidí entrar para impedir que siguieran lastimandola cuando a lo lejos escuché el ruido de la sirena de una patrulla policial. Me alejé de la casa y traté de memorizar la dirección para avisarle a la policía. Una vez que los vi, agradecí que se detuvieran y los oficiales vinieran hacía mi.

-Gracias al cielo que vinieron, yo... -uno de ellos miro su teléfono y luego a mi con gran seriedad, de hecho ni siquiera me dejaron terminar de hablar.

-¿Usted es Margarita Thompson? -los mire sorprendida de que me nombraran por el nombre falso que use para alojarme en el hotel. Me crucé de brazos y alce una ceja mientras los observaba.

-Si soy yo, ¿algún problema?

-Hace bastante que estamos buscándola.

-¿A mi? -los mire confundida y retrocedi un paso.

-Si. Usted queda detenida por exhibicionismo.

-¿Qué? ¿De qué hablan? Yo no soy ninguna exhibicionista.

-Eso tendrá que decírselo al juez -ellos me tomaron fuertemente del brazo y me llevaron a una comisaría.

Proteste durante todo el camino pero ellos se limitaron a darme una bofetada y a amenazarme con cosas peores si no me quedaba callada. Los mire con odio y me quede en silencio. Malditos cavernicolas, ¿quiénes se creen que son? Soy una modelo muy importante, conseguí varios millones gracias a mi rostro y estos salvajes se atrevieron a dañarlo. Ahora probablemente tendré una marca y necesitaré maquillaje para cubrirla. Llegamos a la comisaría y me dejaron en una incómoda silla de plástico mientras buscaban a alguien. Unos minutos después me hicieron pasar a una oficina donde un señor amargado me miro con deseo y me hizo sentarme.

-De acuerdo señorita Thompson, usted esta aquí ya que la denunciaron por exhibicionismo y varios testigos pueden probarlo.

-Defina exhibicionismo porque creo que tenemos una definición distinta -me crucé de brazos y lo rete con la mirada.

-Su ropa es bastante indecente -rode los ojos y aprete los puños.

-Soy una turista y no tengo porque adaptarme a sus malditas reglas, además usted no es mi padre como para decirme como vestir. Acabo de ver a una niña siendo maltratada y sus oficiales no solo no me dejaron hablar, sino que me golpearon y amenazaron. Ese tipo de comportamientos deja mucho que desear, podría denunciarlo en la embajada de mi país.

-¿Qué tipo de maltrato sufría la niña? -preguntó con aburrimiento.

-Un grupo de mujeres la estaban mutilando.

-Ah eso -contestó con desdén-. No es tan grave.

-¿Cómo que no es grave? -abrí los ojos asombrada- ¡Es una niña! Eso era un crimen contra ella y...

-Le sugiero que deje de meterse en asustos que no le incumben a menos que quiera pasar la noche en una celda entreteniendo a los oficiales.

Gruñi y observé una lapicera. Sonreí y tome la lapicera, clavandosela en la mano. El gritó y expandi una niebla a mi alrededor, dejando inconsciente a los guardias que estaban entrando a la oficina. Salí de la comisaría y corrí rápidamente hacía el hotel. Entré con cuidado para que no me vieran, tomé mi maleta y guardé todo mientras metía algo de dinero en un sobre. Vi la peluca negra y tuve una idea. La policía me estaría buscando por haberlos atacado y por haberme escapado milagrosamente, el hotel ya no era un buen refugio porque desde aquí se hizo la denuncia. Sí Phoebe estaba viviendo mi vida, ¿por qué no hago lo mismo y vivo su vida? ¿Qué tan malo puede ser? Me puse la peluca negra y con una gran sonrisa salí de la habitación. Use mi niebla para llegar a la recepción del hotel y dejar el sobre con el dinero para que no me acusaran de irme sin pagar. Subí a un taxi y le di la dirección de Phoebe mientras imaginaba como sería vivir su vida.

Lady Vulturi IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora