76. Un pedido extraño

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MICHAEL POV

Eliza estaba sobre mi regazo, escuchando los cuentos de Nicolás sobre la vida en Estados Unidos. Hace un par de años que terminé mi carrera y me había dado cuenta de que en Estados Unidos tendría más probabilidades de triunfar. Los ingleses eran buenos eruditos, pero algo conservadores respecto a ciertas cosas. Lo hablamos varias veces y llegamos a la conclusión de que después de la boda nos iríamos a Estados Unidos para estar solos, lejos de su familia y de la mía, libres para seguir estudiando y trabajando en lo que amabamos.

Era increíble lo rápido que pasaba el tiempo. Parecía que ayer la había conocido y ahora ya estabamos a solo un mes de casarnos. ¿Podía pedir otra cosa? Elizabeth era perfecta. Era una gran amiga, una gran compañera, era dulce, cariñosa y muy bonita, era un ángel que se había fijado en mi. Sus ojos azules me observaron y vi una sonrisa en su rostro. Ya no era tan tímida como al principio, aún así me gustaba ver como continuaba ruborizandose cuando le decía algo lindo.

–¿Estás bien? —preguntó con dulzura.

–Estaba pensando en ti —ella sonrió y me dio un beso en la mejilla.

–Por eso no escuchaste nada de lo que Nico dijo.

—Creo que no, supongo que deberás decirmelo.

Ella negó con la cabeza y Nicolás tuvo que repetir lo que estaba diciendo. Por momentos me asustaba el clan Cullen, sobretodo después de que Emmett y Jasper me raptaran, pero debía admitir que Alice organizaba buenas fiestas. Uno de los guardias de mi futura suegra se acercó a mi y me avisó que ella deseaba verme con urgencia. Intercambie una mirada con Elizabeth y ella me dijo que no sabía cuáles serían las intenciones de su madre. Con un poco de miedo, me puse de pie y me dirigí a su estudio, encontrándome con Christian a mitad de camino.

–Por esa cara diría que vas al matadero –observó con preocupación.

–Veré a Jane, es casi lo mismo –me encogi de hombros y una mueca apareció en su rostro.

–Te acompaño y si algo sucede, le diré a Elizabeth que lo último que susurraste fue su nombre y una declaración de amor.

–Exagerado –puse los ojos en blanco y fuimos a verla.

Al llegar, no supe sí tocar o entrar directamente, Christian era impaciente por naturaleza y optamos por la segunda opción, entrando sin pedir permiso. Cada vez que veía a Jane Vulturi sentía una mezcla de admiración y rechazo. Era pequeña, delgada, pálida, con una deslumbrante cabellera dorada, facciones delicadas y penetrantes ojos azules. Sus movimientos eran delicados y parecía una gran dama, no obstante, era capaz de provocar el peor de los dolores con una sonrisa inocente o herir a los demás con sus palabras. Esa mujer era la madre de mi novia, a pesar de que lo único que tenían en común eran los ojos. Era dueña de un gran imperio y con su postura de imperatriz era capaz de asustarme.

No parecía consciente de que la estabamos observando, en realidad nos estaba dando la espalda. Se había soltado el cabello, por lo que este balanceaba de un lado a otro, siguiendo los pasos agitados que ella daba mientras discutía con alguien en el teléfono. Christian me hizo una seña y fuimos hacia los asientos que estaban delante de su escritorio de roble para sentarnos. Ella volteó al captar el ruido que Christian hizo con la silla, una mueca se formó en su rostro y nos dio la espalda, despidiéndose de la persona con la que hablaba.

Se sentó delante de nosotros y durante unos minutos solo se dedicó a contemplarnos. En su rostro pude leer la confusión, la rabia y el desprecio que sentía al vernos, como si la molestaramos o fueramos un error de la naturaleza. Mi hermano se cruzó de brazos y la retó con la mirada, cansado del intercambio silencioso de miradas.

–¿Para qué nos quiere señora?

–No recuerdo haber solicitado tu presencia, mi intención era hablar con Michael, a solas.

–Lo que deba decir, será delante de mi, no dejaré solo a mi hermano –gruñó y ella sonrió.

–Si quisiera hacerle daño a tu hermano, ya lo hubiera hecho.

–Tiene razon –coincidí.

–En fin... Supongo que a fin de cuentas es bueno que ambos estén aquí –ella suspiró y volvió a mirarnos–. Necesito que cuiden a mis hijas.

–¿Perdón?

–No lo entiendo –la miré confundido.

–Vendrán tiempos difíciles y mis hijas son algo jóvenes, aún no están listas para enfrentar lo que viene –ella me miró a los ojos y por primera vez vi un asomo de vulnerabilidad en esos ojos azules–. Elizabeth es fuerte, a su manera, pero lo que pasará va a destruirla, será un golpe muy fuerte y no sé si logrará superarlo. Tú eres listo, pero aún eres una ratón de biblioteca, te falta fuerza y virilidad ya que pareces un niño mimado que se asuta con cualquier cosa, pero Eliza te ama y es feliz contigo. Lo que necesito, es que madures y te conviertas en una roca dura y fuerte capaz de sostenerla cuando ella quiera dejarse caer en el fondo del mar.

>>Y tú... –ella observó a mi hermano e hizo un mohín–. Sé que Shakira y tú no son nada, pero la tensión sexual entre ustedes es evidente e insoportable –lo miró con algo de desprecio antes de continuar–, cualquiera puede notarlo. En esta vida nadie es de acero y puedo ver como ambos sienten algo por el otro. No te pido que seas un caballero con brillante armadura, solo quiero que la cuides como un amigo e impidas que cometa locuras. Elizabeth y yo la necesitamos con vida –susurró lo último tan bajo que no estaba seguro de haber oído bien.

–Pero... –traté de buscar palabras para expresar mis dudas, pero Chris se adelanto.

–¿Por qué debemos hacerlo?

–Por amor a mis hijas y porque se los estoy pidiendo.

–No es una buena razón –comenté.

–Es la única que obtendrán –la vulnerabilidad de sus ojos fue reemplazada con su fiereza habitual–. Sé por qué lo pido y también sé que no quiero decir nada más, tengo muchas cosas que hacer y poco tiempo, así que les agradecería que se fueran si no tienen nada inteligente que decir.

–Que borde –susurró Christian y lo miré con incredulidad.

Nos pusimos en pie y salimos de su estudio, escuchando como ella volvía a hablar por teléfono. Nos alejamos y nos detuvimos al pie de la escalera, confundidos por su extraño pedido. Ambos formulamos algunas teorías tratando de entender sus palabras, o buscando el significado oculto de su discurso. Decidimos dejar que el tiempo nos diera la razón y buscar a nuestras gemelas, quienes estaban juntas.

Era extraño ver a Shakira junto a Elizabeth, ambas se odiaban pero con el tiempo empezaron a llevarse bien, lo cual era bueno ya que son hermanas. No sabía quién era peor, sí Jane con su mirada asesina o Shakira con su cabello violeta. Ella era rara, pero debía acostumbrarme, a fin de cuentas era mi cuñada y cada vez estaría más presente en nuestras vidas.

–Te lo dije, tu Romeo iba a vivir. Jane no es capaz de cometer un crimen que te afecte –comentó la mayor de las gemelas al vernos.

–Lo sé –Eliza se acercó a mi y sonrió–. ¿Cómo te fue?

Me obligue a sonreír y traté de pensar una en una excusa creíble, pero no sé me ocurría nada. Por suerte, Chris era mejor que yo para mentir y se le ocurrió algo.

–Hablaron sobre la luna de miel. Jane le sugirió algunos lugares para que ustedes lo pasen genial, ¿verdad hermano?

—Si, eso fue lo que paso.

–Diré que les creo –Shakira sonrió y le dio un sorbo a su bebida.

Antes de que pudieramos hacer algo, ella se fue y tuve el presentimiento de que era igual que Jane, siempre notando las mentiras a kilómetros de distancia. Para impedir que Elizabeth pudiera dudar, empecé a distraerla con felicitaciones por su graduación y otras cosas triviales.

Lady Vulturi IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora