Lady Vulturi II

42. Ángel enfermo

MICHAEL POV

Bostece un poco y me quité los lentes para frotar mis ojos y continuar despierto un poco más. Las clases habían empezado hace dos semanas y un profesor nos había mandado ver un documental, no era algo obligatorio, pero sería bueno verlo. En lo personal estaba aburrido y lo único que quería era dormir, aunque no dormiría tranquilo si dejaba el documental a la mitad.  Comencé a cabecear y moví la cabeza rápidamente para despejarme, no podía seguir así. Volví a bostezar y puse el documenral en pausa, me conocía lo suficiente para saber que era hora de tomar un café.

Por lo general no soy amigo de la cafeína, generalmente bebo café en situaciones extremas, como las fechas de exámenes en donde debo estudiar de noche y no puedo dormir, o cuando tengo sueño pero me obligo a ver documentales. Siempre esperaba a llegar al límite de mi fuerza de voluntad para beber una taza de café. Me di un par de golpes en las mejillas mientras esperaba que estuviera listo. Vamos Michael, ¡tú puedes! Tomé la taza con mis manos y la sople un poco para beber un sorbo. El efecto fue inmediato ya que me sentí mucho mas despierto.

Terminé el café y volví al sofá para seguir viendo el documental. Revisé mis notas y vi que no había escrito nada. Joder, ¿es qué no entendí nada? Retrocedi unos quince minutos para ver si ahora podía concentrarme más. Sonó el timbre y miré la puerta un poco confundido ya que no estaba esperando a nadie. Volví a pausar el documental y busqué las llaves para abrir la puerta.

Me llevé una gran sorpresa al ver a Elizabeth al otro lado de la puerta. No sew qué fue, pero algo en su apariencia me hizo darme cuenta de que ella no estaba completamente bien. Sus ojos azules eran expresivos, pero hoy estaban algo apagados. Sus mejillas estaban algo rosadas pero estaba casi seguro de que no era rubor, la había visto ruborizarse varias veces. Vi que estaba con su mochila y sonreí.

–¿Volvieron los conejos?

No era la primera vez que pasaba. Su familia era algo loca y le había dicho a Eliza que podía venir cada vez que aparecieran los conejos. No me molestaba que ella viniera, al contrario, me encantaba. Ella era diferente a todas las chicas que había visto, era tímida y curiosa cuando comenzaba a sentirse cómoda, su risa era el sonido más hermoso del mundo y su rostro era el de un ángel.

–¿Interrumpo algo? Tal vez no debí venir, te envié mensajes y no contestabas.

–Estaba viendo un documental y deje el teléfono en silencio, lo siento.

–Oh...Creo que será mejor que me vaya y te deje estudiar –ella se removió algo incómoda y comenzó a retroceder–. Adiós.

Abrí los ojos asustados al ver que se estaba yendo y rápidamente fui tras ella. Tomé su mano, preocupandome al ver que estaba caliente. Ella me miró con miedo, sin intención de moverse y llevé mi mano a su frente, retirandola de inmediato al sentir lo caliente que estaba.

–Tienes fiebre, no puedes irte así.

–No quiero molestarte, tienes que estudiar y solo voy a distraerte. Estaré bien.

–Ven –no me gustaba hacerlo, pero tomé su brazo y la jale para que entrara en mi apartamento–. No voy a estar tranquilo si te vas, podría pasarte algo y jamás me perdonaría no haberte ayudado cuando lo necesitabas.

–Voy a estar bien –su sonrisa no era normal, era como si estuviera forzandola para tranquilizarme, algo que no funcionaba. Comenzó a mover su nariz y cubrió su rostro para estornudar–. Solo debo acostumbrarme al frío y estaré bien –contestó con los ojos cerrados, cuando los abrió vi que estaban rojos.

—Ven –la llevé a la cocina e hice que se sentara–. ¿Tomaste algo? En algún lado tengo algo que podría ayudarte.

–¿Tomar algo? –le di un vaso de agua y que estaba confundida.