97. Un nuevo comienzo

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SHAKIRA POV

Me siento vacía. El Damn Reputation World Tour terminó hace unos días, Elizabeth se había quedado en Londres para estar con Michael, los miembros de mi equipo ya habían vuelto con sus familias y yo ya no tenía nada que hacer en Río de Janeiro.

Ir de gira con Eliza fue una gran experiencia, nunca creí que ella sea tan divertida. Me costó convencerla de que cantara en el escenario, pero lo logré en algunas ocasiones, agradeciendo que el público aceptara y celebrara su presencia. Ir de gira siempre era excitante y agotador. Tener que ir de una ciudad a otra, sentir el corazón latiendo a mil por hora, la vibración del escenario bajo mis pies, el rugido del público cantando conmigo, las luces cegadoras, los aviones, tener que llegar en hora, cuidar mi garganta, bailar y cantar al mismo tiempo, realmente era muy agotador. No obstante, si pudiera, viviría dando conciertos y componiendo canciones, me sentía libre con esa vida llena de movimiento.

Siento que me falta algo cada vez que termina una gira. Después de un año y medio viajando por el mundo con una maleta, llena de ropa interior, es raro volver a casa, a la rutina, a la vida normal.

Casa, rutina, normalidad, ¿qué es eso? El último lugar en el que viví fue Tokio, donde estudiaba Ingeniería Electrónica, también estuve en Londres jugando a ser reina. En Londres estaban casi todas mis cosas, pero volver allí implica volver a vivir con mi madre, algo que no pienso hacer. Ya abandoné el nido materno, no quiero volver como si fuera un ave con un ala rota. Puedo quedarme en Tokio, pero no es tan grandioso como imaginé. En el fondo soy una gitana, una vagabunda elegante sin hogar, sin raíces, alguien que solo es capaz de sentirse bien cuando esta viajando.

¿Por qué es tan importante tener un lugar al que llamar hogar? ¿Por qué es necesario volver al mismo lugar? Es asfixiante hacerlo, pagar cuentas, someterse a una ciudad, obedecer reglas represivas y pagar impuestos excesivos. Vivir en una ciudad es un infierno castrador y necesario en algunos momentos. Elizabeth tiene a alguien que la espera, Victoria vive con alguien, incluso mi madre esta acompañada. A veces me gustaría tener a alguien en mi vida, pero al pensarlo fríamente, me doy cuenta de que es ridículo, no necesito a alguien que me limite y me controle.

De forma automática, bajé del avión con el resto de los pasajeros, pasé los controles correspondientes, tomé mi maleta, caminé hacia la salida y tomé un taxi. Una de las ventajas de Tokio es que no soy muy conocida. Si, logré llenar un estadio, ellos bailaron y cantaron, pero solo soy una artista extranjera en esta tierra oriental, no soy lo bastante interesante para que algún paparazzi me siguiera durante los tres años que estuve estudiando. En Tokio, podía salir a caminar, dar un paseo y sentarme en una plaza sin temor a los flashes de las cámaras. Ni siquiera es una extravagancia mi cabello cambiante, los jóvenes hacen todo lo posible para imitar a sus personajes de anime favoritos, lo que implica teñirse el cabello con frecuencia.

Mirando la ciudad y pensando en el anonimato, descubrí que quedarme es una buena opción, ya que puedo estudiar otra carrera, componer música y desmadrarme sin que me reconozcan. Si... Tokio es una buena opción para adaptarme a la rutina de las personas normales. Le pagué al taxista y le sonreí antes de bajar y tomar mi maleta. Entré al edificio en donde vivía, sorprendiendome del interior gris, simétrico y exacto. El portero me llamó antes de que subiera al ascensor, me acerqué y me dijo que un joven estaba buscandome, venía todos los días y me dejaba una nota cada día ya que tenía prohibido subir sin mi presencia o autorización. Le agradecí la información y las cartas antes de subir.

El apartamento estaba impecable, al parecer Kuma continuaba trabajando a pesar de que yo no estaba. Me quité los zapatos, dejé la maleta en el camino, las cartas en el sofá y fui hacia el baño, dejando un camino de ropa desde el pasillo hacia mi habitación. Después de descansar en el baño, ponerme la ropa interior y una bata, caminé hacia la cocina para comer algo. Hice un puchero al ver que solo había una jarra con agua en el refrigerador. ¿De qué me sirve tener todo limpio si no hay comida? Ni siquiera unas aceitunas. Volví a la sala y busqué el teléfono en mi bolso, marqué el número de un restaurante con la intención de pedir algo, sin embargo, vi las cartas que el portero me dio. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al ver la caligrafía en la que estaba escrito mi nombre. Dejé el teléfono a un lado y tomé una carta.

Lady Vulturi IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora