Capítulo 9

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Me adentré en uno de los corredores dejando a Clary detrás y me acerqué hacia el cubículo en donde reposaba el cuerpo de mi tío

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Me adentré en uno de los corredores dejando a Clary detrás y me acerqué hacia el cubículo en donde reposaba el cuerpo de mi tío. Aún seguía conectado a una máquina que le arrojaba su ración diaria vía intravenosa, pero se lo veía muy saludable. El trasplante, en palabras del médico, resultó complicado y en ese uno por ciento de posibilidades de sobrevivir, allí estaba mi tío.

—Ohh, David, qué grande estás. Hacía meses que no te veía. Te daría un abrazo pero no puedo —se lamentó.

—Te traje esto —le extendí el nuevo libro de su autor favorito, un joven cordobés, que había comprado de pasada la semana anterior.

—Creo que lo disfrutaré, muchas gracias. Se ve prometedor —la voz de mi tío no sonaba como la de un joven de treinta años sino como la de un anciano de ochenta.

—¿En serio sacrificaste a tu clon para el trasplante? —procuré cerciorarme de ello—. No me gustaría que Clary me oyera, pero esto es genial. Ese Doctor Helling está cambiando el mundo.

—Me alegro de ser parte de ese cambio —hizo una larga pausa—. A propósito —paró las orejas—, ¿quién es Clary?

—Mi nueva novia. Es una especie de... —miré a ambos lados— criatura genéticamente alterada. El doctor la llamó clon, pero no creo que nos parezcamos mucho.

Un fuerte estallido de botellas de remedio al caer me sobresaltó. Me volteé y observé a dos enormes guardias de seguridad que acarreaban a una mujer entre brazos, quien no dejaba de gesticular amenazas y dar patadas a todos lados, sin nunca dejar de forcejear. Me detuve en ella y observé su remera: aquel logotipo de los Rolling Stones delató a Clary al instante.

—Controla a esta loca —el guardia más grandote la arrojó junto a mí y dio media vuelta, sin importarse por el bienestar de mi novia.

—¿Qué pasó? —le pregunté.

Parecía aterrada; el temblor sacudía cada órgano de su cuerpo. La abracé con fuerza, intentando sofocar su temor. Me miró a los ojos e intentó armar una respuesta, que se vio opacada por una seguidilla de balbuceos sin sentido alguno. Cuando por fin logró recuperarse, dejó de abrazarme y se separó de mí varios metros. Me dirigió la misma mirada que le dedicaría a un asesino serial.

—Tú... tú me quieres matar, ¿verdad? —su tono no sonaba cómico.

—Yo... jamás lo haría. Te amo —intenté acercarme pero ella me frenó en seco—. Y nunca dejaré de hacerlo.

—¿Conque, al igual que Hellie, soy una creación extraña dispuesta a satisfacer todos tus deseos? Te diré una sola cosa: procura no provocarme.

Dos hombres más la tomaron por los brazos y la arrojaron, en el sentido explícito de la palabra, por la puerta de salida. Corrí tras ella (cabe aclarar que intenté defenderla desde el momento en que la tomaron hasta que terminó en la calle) y, flaqueando un par de puertas, acabé en la entrada del consultorio, para encontrarme con que Clary ya no estaba.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora