Capítulo 97

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Los papeles se habían invertido

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Los papeles se habían invertido. El temor de Themma se transparentaba en sus facciones y mi jefe no cabía en su felicidad. Gozaba del sufrimiento de su víctima y parecía agazapársele a ella como una presa. La migraña de Clary se intensificaba cada vez que el hombre le enviaba miles de bytes con virus informáticos diversos que debilitaron su sistema a la brevedad. Pude sentirme protegido por la asociación, no cabían dudas de que el temor les impediría acabar con mi vida. Me mantendría en una sola pieza por veinticuatro horas más. Themma había colocado los altavoces y sus orejas funcionaban a modo de parlantes.

—¿Qué quieres que haga? Hace cinco minutos que estoy viendo tu cara y no te dignas a abrir la boca —lo retó ella, hastiada por el incómodo silencio.

—Te encuentras demasiado ansiosa. Déjame que te aplaque los nervios.

Dicho esto, pude percibir como una gran cantidad de electricidad comenzó a recorrer su cuerpo de pies a cabeza, volviéndola endeble, una verdadera marioneta de trapo, a la merced del malvado. Me obligué a disfrutar de su sufrimiento, aunque no tardé demasiado tiempo en sentir compasión por ella; era mi enemiga, mas no se merecía aquello. Me habría gustado detener al jefe, quien parecía no caber en sí de felicidad; no obstante, permanecí en silencio. «El silencio es el arma del cobarde y el refugio del ignorante» supe leer un día en una tienda. Y tenían razón.

—¡Ya basta! ¡Detente ahora mismo!

El otro chico, Thiago, sin poder contener más su empatía por su novia, suplicó piedad. Sus facciones se habían desfigurado y su ceño hallábase fruncido en señal de desaprobación. No se atrevió a saltar encima de ella; la carga era mortal y él bien lo sabía.

—¿Así que tienes a tu aliado para impartir amenazas? —se burló desde el comando central el mandamás, cómodo y seguro desde su aterciopelado sofá.

—Por favor, detente —avancé, conciliador, tomando por fin la iniciativa de mediar entre dos polos opuestos entre sí.

El jefe se sorprendió y, si pudiera haber visto su rostro, habría notado un gesto de contrariedad. ¿Acaso ahora su protegido rogaba por misericordia? ¿A quién no le gusta regodearse de su propia porquería?

—David, ¿eres tú? —aquello era lo que le faltaba. Mil y un improperios debieron haber atravesado su mente.

Themma realizó su último esfuerzo en dirigir su mirada hacia mí. Una vez enfocado, hizo uso de sus cámaras oculares para responder a su agresor. Allí me encontraba yo, con los brazos en jarra. Clary me agradeció con la mejor sonrisa que pudo mi acto de piedad.

—Sí, aquí estoy. He sido yo quien te ha hablado. Te suplico que te detengas de inmediato.

Contra todo pronóstico, él cedió. Themma acabó tendida en el suelo tras el shock. Thiago se apresuró a dirigirse hacia ella y la cubrió con sus brazos. Una vez junto a ella comenzó a llorar sobre su regazo. Su pecho aún latía presuroso. Themma le agradecía en silencio. El jefe se había tomado un descanso. Disfrutaba de las pequeñas cosas y no le agradaba apresurar las cosas. Se regodeaba del sufrimiento de sus víctimas y le encantaba. Thiago posó sus labios sobre los de ella y le dio fuerzas. Por unos instantes permanecí invisible tanto para ellos como para el malvado sujeto del otro lado de la pantalla. Poco a poco ambos fueron recuperándose. Thiago asistió a su prometida y la ayudó a levantarse. Sentía que su mirada ahora se hallaba embebida en odio.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora