Capítulo 105

19 7 0
                                    

—¿Acaso ni siquiera se preocuparon por averiguar si la información que les brindó un absoluto desconocido era cierta? —había vivido casos que transparentaban la estupidez humana, pero esta me superaba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Acaso ni siquiera se preocuparon por averiguar si la información que les brindó un absoluto desconocido era cierta? —había vivido casos que transparentaban la estupidez humana, pero esta me superaba.

—Nos bastó con que la trajera hasta nosotros. En la urgencia no hay tiempo para quitar las caretas a los farsantes —se defendió ella, con un argumento demasiado débil.

—Bueno —me dispuse a retomar—, olvidemos el pequeño desliz por un momento. ¿Acaso el hombre respondió con evasivas sus preguntas acerca del accidente?

—De hecho, supo defenderse con algunas evasivas, justificándose tras una preocupación que parecía ser genuina.

—¿Y qué le dijo sobre la causa del disparo?

—Un asalto callejero. Mostró con claridad que un hombre le había arrebarado su reloj de oro.

¡Zas! El malvado había sido demasiado astuto para este grupo de zánganos sin sentido común. Además, se había aprovechado al máximo las circunstancias, arrancándole a su compañera el único objeto de valor que poseía. Mi madre había sido saqueada por el partido hasta después de su muerte. Me preguntaba cuánto dinero propio se había obligado a entregar para contribuir a la causa y si, en realidad, el mismo no acababa en el bolsillo de un secuaz demasiado astuto y avaro, como en este caso. Ponía las manos al fuego de que aquello era pan de todos los días allí dentro.

—¿Estás seguro de no querer continuar esto en persona? El aparato te consumirá todo el crédito —la joven comenzaba a impacientarse, era secretaria no forense, y parecía querer decírmelo con cada actitud.

—No te preocupes por eso. Mi amigo invita —contrarresté, mirando de reojo a mi enemigo.

—Está bien —la joven, ofuscada, se cambió el teléfono de la mano, acalambrada de ocupar la misma posición en una oficina minúscula-. ¿Te parece que vayamos redondeando?

—Me parecería bien saber lo que aquel hombre les dijo. ¿Acaso ustedes no pensaron en que aquella mujer tenía otros familiares?

—Afirmó que todos los allegados de la víctima se encontraban al tanto de la situación. Tampoco podíamos realizarle un interrogatorio de tercer grado para corroborar la veracidad de sus palabras.

—¿Y aún así no les sorprendió que nadie más fuera a visitarla a mi madre en ese tiempo?

—Insisto, esto no es de mi incumbencia. No confabulo teorías conspirativas acerca de cada paciente que ingresa al recinto —su voz sonaba cansada, incluso molesta.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora