Capítulo 114

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En cuanto lo reconocí, no pude contener mi exclamación de sorpresa

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En cuanto lo reconocí, no pude contener mi exclamación de sorpresa.

—¡Eres Frank Giraud! —exclamé, con una cara de estupefacción a la que los otros recibieron con sorpresa puesto que, para ellos, aquello era una obviedad.

—Eres muy inteligente —se burló él, con el sarcasmo habitual de sus conferencias.

—¿Qué quieres de mí?

—A ti —se limitó a responderme—. Verás, el gobierno le ha puesto a la cabeza de Themma una cantidad jugosa de dinero. A todos nos atrae la pasta, seamos honestos. Sólo tengo que cazarla, viva o muerta, para que la recompensa acabe en mis manos.

Los hombres le hicieron ademanes a Frank para que dejara de hablar y se pusiera en acción. El motor ya estaba encendido y era el momento de huir antes de que el sereno nos encontrara. Me depositaron junto a mi clon y le total libertad a mis brazos y piernas, con el único detalle de que mi otra versión de mí me apuntaba con una nueve milímetros a la altura de las costillas. Los faros desprendieron una luz tenue que no era capaz de levantar sospechas, aunque tampoco de alumbrar el camino; no obstante, el conductor no dudó al momento de virar ni detenerse ni una sola vez, dando la sensación de haber estudiado con lujo de detalles la ruta de salida. Adelante, la música sonaba a un volumen mínimo y la voz de Freddie era apenas inteligible.

—Apaga los puñeteros faros y la maldita música. No quiero que la poli nos descubra por tu necesidad imperiante de poner música de gays del siglo pasado —alegó Frank, con la tranquilidad que le caracterizaba, pese a las afiladas palabras que pronunciaba.

El conductor le obedeció de inmediato y continuó la marcha marcando el ritmo con los dedos sobre el volante. Las ansias de los hombres revelaban que estábamos a punto de llegar. De hecho, no tardamos más que unos segundos para alcanzar la casa del joven, hundida en la penumbra. Me estaba preguntando si sus padres avalarían la actitud de su hijo cuando el mismo ordenó:

—Entraremos por el sótano. Todo el personal está durmiendo.

Los crujidos del portón de chapa al abrirse podrían habernos dejado al descubierto. No obstante, ni una pequeña lucecilla se encendió en el vasto territorio. Debían de tener un sueño bastante profundo o bien podrían estar acostumbrados a los múltiples escapes de un niñato consentido. De todas maneras, una vez a salvo, Frank se despidió de mis secuestradores y sacó de una mochila un fajo envuelto en un papel que rezaba US$20.000, que ambos revisaron de inmediato para verificar la autenticidad de los mismos; ni bien se cercioraron, le estrecharon las manos y se fueron sin despedirse de mí, tomándose la molestia de cerrar el pórtico al salir.

Acompañado de un jovenzuelo encolerizado y psicópata y de una copia demasiado idéntica de mí, me sumí en la desesperación. Muy a mi pesar, aquel sitio era tan apartado como hermético. Ni bien acabó de acomodar sus cosas, Frank me dedicó una sonrisa triunfante. No llevaba armas consigo, su nuevo androide era más que suficiente como para garantizar su seguridad.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora