Capítulo 68

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El frío y maligno aire del anochecer ya había generado que  mi cuerpo sufriera de los primeros síntomas de un resfrío inminente

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El frío y maligno aire del anochecer ya había generado que mi cuerpo sufriera de los primeros síntomas de un resfrío inminente. Mas en aquella situación, decidí mantener la calma, ocultando la problemática del romadizo a un lado para preocuparme ahora por un tema de vital importancia -en el sentido estricto de la palabra-, en donde mi integridad dependía de un grupo de matasietes encargados de sembrar fantoches en todas partes del mundo, generando suplicios y escabechinas. No obstante, y pese a que mi rencor en contra de aquellos que se habían interpuesto entre mi camino hacia la verdadera individualidad, me obligué a ocultar mi parabién a aquella que tan bien había representado su papel, mi papel.

-Mi nombre es Luciana y es un gusto conocerte -procuró paliar la situación, propiciándome asimismo un ósculo en la mejilla que yo ni siquiera respondí.

Tras el vapuleo mental al que había sido sometido tras una ola de descubrimientos, abandoné mi hermetismo y saqué a relucir toda mi munificencia, no fuera cosa que ella la desenvainara a posteriori.

-Soy David -le aclaré, simulando mi ingenuidad frente a los planes que su mente, enmarcada en su ososa cabeza, maquinaba desde hacía largo tiempo, con un ciego y ortodoxo cumplimiento de las obligaciones a las que había sido encargada.

-Ven, nos dirijamos hacia un lugar más seguro -aclaró ella, al tiempo que se ponía de pie y me invitaba a ingresar dentro de un cuarto de servicio.

Mi macilento rostro adquirió el níveo y cadavérico color de la que aquella situación merecía ser digna. Con mi ignorancia propia de niñato, estaba dispuesto a colocarme al tanto de sus planes -ahora ya nuestros-, para luego encontrar la manera de desmoronarlos.

Lo que sucedió a continuación desmintió toda la cándida naturaleza tras la cual la joven se había ocultado para generar en mí una buena primera impresión. Una vez allí, iluminada apenas por el refulgir de una vela, se desnudó de pies a cabeza, en un acto nada sesudo ni pudoroso. Se deshizo de todas y cada una de las señales que podrían significar un parentesco entre nosotros y desempacó de una pequeña maleta un vestido ajustadísimo, dejando dentro de la misma un puñado de setas cuya utilidad sólo era conocida por su portadora.

Una vez obtenida una versión más sibarita de ella misma, enmarcada en un pedazo de tela que incrementaba su sugestivo, anunció unas sucintas órdenes que debíamos cumplir con éxito y, como ya era costumbre, a la brevedad, sin siquiera permitir el inicio de un conflicto de intereses, sin tener siquiera en cuenta mi voz ni mis intenciones.

-Debemos salir de aquí y encontrarnos con el organizador del evento en una hora -susurró ella, con un venial tono de voz-. Mientras tanto, nos divertiremos como dos chicos normales de diecisiete y dieciséis años -añadió ella, con una intrascendente mueca que se asemejaba a una sonrisa.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora