Capítulo 98

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El jefe nos hacía recorrer cienos y caminar largas distancias, mas ver sufrir a mis rehenes me hacía sentir bien

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El jefe nos hacía recorrer cienos y caminar largas distancias, mas ver sufrir a mis rehenes me hacía sentir bien. Disfruté el momento en el que Clary tropezó y acabó embarrada de pies a cabeza, generándose así una pequeña barahúnda que, por fortuna, no alertó a los propietarios de nuestra presencia. Las órdenes del enmascarado cada vez se tornaban más basilescas; parecía haber regenerado su energía, puesto que ahora imperaba con menos befa y más ansiedad, por lo que se suponía que se hallaba ansioso de que arribáramos a destino. Una nueva batahola se despertó cuando Matteo se tropezó con un espinal y se raspó el pecho con brusquedad. Themma se acercó hacia él y con un dispendio excesivo de tiempo, le quitó su camisa y toda la bazofia que lo cubría, para después sanar en modo artesanal e improvisado las heridas de su esbelto amigo.

Más allá del fárrago que aquellos dos incidentes causaron, nada se interponía en nuestro camino a mi libertad. Una especie de umbral se alzaba a no muchos metros de distancia, mas ambos parecían exhaustos, por lo que optamos por descansar. El jefe primero se mostró mohíno con nuestra decisión; pero más tarde optó por aceptar. Después de todo, todavía no tenía planes para mí. Nos sentamos sobre unos cacharros que se asemejaban a unos viejos tractores. A lo lejos, los animales tramaban un plan para iniciar un justo cotejo para recuperar el espacio que se les había sido usurpado. El emporio ignoraba aquellos pequeños contratiempos del campo.

—Levántate de una vez y ponte a caminar —me ordenó el jefe, hastiado por la espera—. No te muestres como un contrito ni procures confraternizar con ellos. No te he enviado a buscar para ello —me reprimió él, gritando a través del altavoz— parecía como un lobo feroz reclamando por el regreso de su congénere. Mi negativa era considerada como una contravención a sus órdenes.

Cuitado, me vi obligado a continuar mi camino y a disculparme con mi jefe, no sin antes culpar a mis rehenes de haber provocado un desafuero que depuraría mi relación con mi superior. En medio de la reprimenda, Themma comenzó a derragarse, a la vez que su sistema de audio recibía interferencias opuestas, por lo que se generó un ruido blanco, como el que ocurre cuando alguien busca escamotear una interferencia. A la brevedad, la interjección de la tan encomiada y respetada voz de mi jefe se hizo oír con premura. Probablemente se había producido algún instersticio en sus planes.

—David, ¿me oyes? —su voz sonaba alarmada, peligrosa. Themma llevó sus manos a las orejas, con el objeto de impedirme escuchar con claridad—. Huye ahora mismo de aquel sitio y no te dirijas hacia aquel umbral.

Sus órdenes ni tardaron en ser obedecidas. Con gran agilidad, conseguí deshacerme de las garras de Matteo, quien había sujetado mi tobillo como último recurso. Unos cuantos disparos los dejaron atrás. Comencé a correr hacia los animales, al tiempo que observaba que dos figuras, una grande y otra muy pequeña, se aparecían de entre las sombras. A continuación, una serie de cuchillos arrojados con gran precisión comenzaron a volar por los aires. La idea de ser atravesado por alguno de ellos me atemorizaba. No obstante, los mismos acabaron asesinando al líder de los animales y a sus subalternos, lo que generó un oleaje de descontento hacia nosotros. De pronto, una manada de caballos, cerdos, perros, cabras y vacas se prepararon para el ataque.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora