Capítulo 76

30 10 2
                                    

Jacob aún no podía recuperarse del todo de su asombro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jacob aún no podía recuperarse del todo de su asombro. Nadie habría dado ni un centavo por mí, pero el caima acababa de sorprender a todos. Mi compañero comenzó a juguetear con el envoltorio de un paquete de galletas, procurando llamar la atención. La mirada del jefe fue determinante y Jacob no dudó ni un solo segundo en pedir perdón por su carácter botarate. El que ya era un amigo mío lo miró, asaz de su impaciencia y le alcanzó un papel con las instrucciones que debería de seguir, tachando de su nomenclátor el nombre de a quien le acababa de asignar la misión respectiva.

-Te encargarás de conducir uno de los aviones durante el atraque. Reúnete con Gustaw, él sabrá que hacer.

-De inmediato -asintió él, abandonando la habitación tras una pequeña reverencia, caminando tan rápido que no dejaba dudas de su carácter andariego.

El líder, que lo veía como un bergante, lo dejó irse, considerando necesario continuar con la conversación. De hecho, se esforzó por sacar a flote todo su carisma para establecer así una relación de amistad entre nosotros, cuyo puente no era nadie más que mi tío, difunto.

-¿Te molesta? -me interrogó antes que nada, dándome a entender que estaría más cómodo con su camisa desabotonada y sus piernas sobre la mesa.

-En absoluto -asentí, dejando que su cuerpo cambuto respirara, después de tanta formalidad.

-Si quieres, puedes hacerlo -me invitó, dándome a entender que no estábamos en un cenobio sino en un cálido ambiente, propenso para una charla de hombres.

Agradecí su propuesta y me quité mis chirucas, sobre las cuales Jacob había insistido que me colocara, asegurando que las botas eran el calzado más óptimo para la acción. El asiático observaba mis movimientos con curiosidad, a la vez que movía sus ojos hacia arriba, en un intento de recordar algo.

-Te pareces más de lo que crees a Stuart. Él tampoco era demasiado exhibicionista; de hecho, él mismo optó por claudicarse a un precepto personal que no desabotonarse más que el botón superior de la camisa, permitiéndoselo hacer sólo en casos de sufrir algún atraco con la comida. Jamás se enajenaba de sus prendas, y mucho mejos de esas molestas botas.

-¿Supo trabajar usted con él? -la pregunta era retórica para aquel entonces, mas no perdí la oportunidad de acercarme a él un poco más.

El líder se llevó las manos al cuello y se retiró una medallita, idéntica a la que llevaba mi tío, con la inscripción como única diferencia, la cual encaramó sobre la mesa. El pequeño trozo de hojalata parecía evocarle muchos recuerdos, tal como lo indicó aquel llanto contenido.

-No me mires así -me había recalcado él-. Hasta los hombres más rudos tienen sentimientos -se tomó una pausa, con la que aprovechó para colocarse en el respaldo de la silla tan enhiesto como había comenzado, para proseguir, ya recompuesto.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora