Capítulo 46

45 16 52
                                    

Una vez frente al tablero de control, enloquecí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vez frente al tablero de control, enloquecí. No obstante, aún conservaba un vago recuerdo sobre uno de los tantos videojuegos que jugábamos con Sophie gracias a sus lentes de realidad aumentada. Este iba sobre una carrera de lanchas en la que debías llegar a tu destino antes de que la policía te arrestara por infringir la velocidad máxima. No era tan diferente a la situación en la que me encontraba ahora, sólo que la lluvia que caía del cielo había sido reemplazada por una de plomo.

Era incapaz de voltearme como para asegurarme de que mi compañero no tuviera problemas con sus oponentes, mas los diez disparos que salieron de su pistola transparentaba que tenía la situación bajo control. Por ende, me ceñí al volante y conduje, primero derecho, hacia la nada, para después comenzar a zigzaguear las aguas buscando escapatoria. Mi pie ya se acalambraba de ejercer tanta presión contra el acelerador, y me vi obligado a rotar. Nemo ya comenzaba a quedarse corto de municiones, por lo que era necesario armar un plan de inmediato.

-¿Qué haremos? -inquirí, al oír el ruido seco que hacen las armas al quedarse sin balas.

-Tú sigue adelante e intenta alcanzar el dique de allí -desde donde nos encontrábamos hasta el paredón mediaban unos cincuenta kilómetros.

-¿Estás seguro de que llegaremos? -insistí, desconfiado.

-Siempre que no dejes de conducir ni de concentrarte -concluyó, terminante.

-Que es lo que estás haciendo ahora mismo... -contraataqué.

-Cuando estés allí, te daré las siguientes instrucciones -me aseveró él, mientras hurgaba en sus bolsillos en búsqueda de alguna bala.

El panorama era el siguiente: por un lado, nuestros enemigos, con dos lanchas y media de último modelo (una de ellas se había destruido y la otra andaba más para atrás que para adelante), y cinco de ocho oficiales heridos; los otros tres habían tomado las riendas de sus vehículos, viéndonos incapaces de disparar. Por nuestra parte, teníamos a un francotirador con una pistola vacía, un plan débil y desesperado y un conductor no muy capacitado (o sea, yo). Sin embargo, confiaba en que pudiéramos conseguirlo, y un presentimiento dentro de mí me aseguraba de que lo lograríamos.

Aún cuando ya faltaban alrededor de unos quince kilómetros (perdonen si no soy tan exacto como mi exnovia, se trata de cálculos apresurados tomados en una situación crítica) Nemo, quien no había descansado ni un segundo en su empedernida búsqueda, encontró bajo el asiento del copiloto un bidón con gasolina, una bota vieja, dos salvavidas extra, pero ningún proyectil, siendo que los otros oficiales ya se habían animado a disparar y hacerme cometer un par de errores.

-Regresa y rodéalos.

-¿Qué dices? -lo interrogué, ante lo ridícula orden que acababa de impartirme.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora