Capítulo 56

50 13 0
                                    

Una vez en el sitio en el que debíamos de aterrizar, desempacamos nuestras maletas y nos hospedamos en un hotel de primera clase, en donde adoptamos las falsas identidades de Sir

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una vez en el sitio en el que debíamos de aterrizar, desempacamos nuestras maletas y nos hospedamos en un hotel de primera clase, en donde adoptamos las falsas identidades de Sir. Martin Gale y Laurencius Ferreur, dos corredores de bolsa de Suiza, llegados con una mano adelante (pero con mucho dinero) y la otra detrás, en búsqueda de ampliar su panorama hacia el extranjero. La encargada de la conserjería no se preocupó demasiado en comprobar la veracidad de nuestros documentos, y nos dejó pasar sin hacer más preguntas que las protocolares.

Nos dispusimos en nuestra habitación, en la cual deberíamos de recibir a un mensajero con un paquete a nombre nuestro, quien exigiría hablar con nosotros por asuntos de negocios.

Nos recostamos en nuestras camas a jugar videojuegos y, al menos por unas horas, regresé a mis épocas de adolescente, aquella en la que mis únicas preocupaciones eran Sophie (quien tan lejana me resultaba ahora) y un par de personajes ficticios que debían saltar hongos y recolectar monedas. Nemo demostró también ser capaz de sacar de encima suyo ese niño interior que llevaba dentro, compitiendo conmigo y llegando incluso a cantarme en la cara sus triunfos de principiante. Tampoco me animaba yo a despertar su ira en un juego de arcade, estaba seguro de que él era mucho más poderoso que yo en todos los sentidos.

Justo cuando me disponía a dar el contraataque final, buscando poner punto final a mi mala racha inducida, sonaron en la puerta tres toques rítmicos con la duración exacta de cada uno de los golpes, lo que dejaba entrever una perfección nata, de aquella que no puede nunca alcanzarse mediante prácticas repetidas. El enviado en cuestión, un joven afroamericano con ojos algo rasgados y mirada escurridiza nos proporcionó el paquete de un sopetón, tomándose el tiempo justo y necesario para fingir el relleno de la planilla de entrega, para no despertar sospechas.

Apenas cerramos el pórtico se pudieron escuchar sus pasos escurridizos golpeteando sobre la fina alfombra que se extendía a lo largo de todo el pasillo. Segundos después de cerciorarnos de que no había allí sitio alguno en donde pudiéramos sorprender a alguien o algo espiándonos, nos precipitamos sobre el paquete y levantamos la caja con demasiada cautela, aunque pese a su tamaño se podía deducir de qué se trataba, como si estuviéramos frente a un objeto demasiado frágil y valioso. Una nota escrita a mano, en jeroglíficos egipcios, yacía al fondo de la misma, debajo de la piedra que le otorgara todo el peso al paquete. La caligrafía apenas era desentrañable para Nemo, por lo que ya deberían haberse dado cuenta de que para mí aquello era una escritura ininteligible, versaba:

«Vayan a la calle Franklin al 987 y pregunten por la gitana Martha. Ella, además de tirarle las cartas, les proveerá muy rica información.

Saludos.

Un amiga»

Nemo compactó la pequeña nota en un minúsculo bollito, el cual ocultó bajo su reloj de pulsera, en un compartimiento que hasta ahora, era desconocido para mí. Me sorprendió también la facilidad con la que pudo acceder a éste, lo cual confirmaba la teoría de que el mejor escondite es aquel que está a la vista.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora