Capítulo 31

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Ya no me enervaba más al no recibir noticias de Nemo y su séquito

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Ya no me enervaba más al no recibir noticias de Nemo y su séquito. De hecho, hasta llegué a pensar que se olvidarían de mí, lo cual me esperanzó. Lo que menos deseaba era que cumplieran con su palabra, ya que eso significaría que yo debería cumplir con la mía.

Una tarde, minutos antes de que denegriera, llamaron a mi puerta. Mi madre atendió y la escuché discutir a viva voz con la misteriosa mujer que intentaba pasar. Me acerqué a la cocina, simulando buscar unos cereales, para escuchar con mayor claridad.

—¡Le he dicho que no mil veces! No me obligue a llamar a la policía —mi madre parecía muy preocupada.

—Pero entienda, señora, que soy detective y mi jefe me ordenó que hablara con su hijo. No serán más que unos segundos —aseguró ella, con donaire.

—Mejor váyase a la...

Coloqué mi mano sobre el pomo de la puerta y detuve a mi madre. ¿Una investigadora privada en mi casa? Quizá ella pudiera ayudarme a descifrar el pasado de mi tío...

—Es un placer conocerla señorita... —irrumpí en la habitación.

—Joe Red —me extendió la mano izquierda y con la derecha me mostró su insignia, que parecía de lo más genuina.

—¿A qué se debe la visita? —inquirí, intrigado.

—Necesitaremos hacerlo en un lugar privado —advirtió, dando a entender de que no se trataba de un asunto de lo más nimio.

La conduje hacia la sala, alcanzándole una pequeña picada dado al reciente borborigmo que había inundado la sala. Siempre con un estómago lleno es más fácil que la gente se entienda. Mas aquella mujer de cabello castaño recogido en una coleta, no dejó nunca de mantener un perfil profesional.

—He aquí un inmenso problema —colocó su carpeta sobre sus muslos y se quitó su lapicera de detrás de la oreja—: supongo que conoces a Ofelia Martínez.

Me quedé estupefacto. No tenía idea alguna de quién era aquella señora y se lo di a saber, intentando no sonar gaznápiro ni grosero.

—¿Está seguro? —su trato impersonal me dio una idea de que aquella mujer sospechaba de mí.

—No tendría inconveniente alguno en admitirlo. Además, ¿qué es tan grave como para meterme a mí en todo esto?

—Se trata de un a-se-si-na-to —silabeó—. Entienda la importancia de todo esto; tómelo con la mayor seriedad posible.

—Sea lo que sea, no me parece apropiado que irrumpa en mi casa para hablarme de una mujer a quien no conozco, buscando mis respuestas sin la presencia de mi abogado —retruqué, siguiendo el paradigma de las novelas policiales que tanto había devorado.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora