Capítulo 19

162 48 90
                                    

Nunca valoramos el trabajo de alguien hasta que lo hacemos y, por cierto, aquella fue mi primera experiencia (de muchas) de espionaje

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nunca valoramos el trabajo de alguien hasta que lo hacemos y, por cierto, aquella fue mi primera experiencia (de muchas) de espionaje. Y debo confesarles que no se trata de algo demasiado bonhomo o trivial y puedes encontrarte con una fuerte resistencia. Como las doce familias a las que le toqué la puerta preguntando por mi novia. Como los doce (mil) insultos que recibí cuando les pedí inspeccionar sus habitaciones, que aceptaron a regañadientes. Y como los doce portazos que recibí tras no encontrar nada.

—De hecho —me confesó el joven, quien ya había comenzado a buscarle el lado cómico de la situación—, lo que acabas de hacer fue digno de un loco nefelibata, tocando timbres y molestando a nuestros huéspedes.

Me sentí pésimo al caer en la cuenta de que todo lo que decía mi acompañante era verdad. Sin embargo, no me disponía a darme por vencido, no estando tan cerca de triunfar.

—Tienes razón. Pero antes me gustaría tocar una puerta más —aventuré. Él asintió y me incitó a continuar—. La de alguna joven de dieciséis años que se hospedó aquí hace unas pocas horas.

Consultó a su tableta, cogitabundo, sujetándola con un cuidado digno de un anciano que quería adentrarse en el mundo de la tecnología. El sistema arrojó dos resultados homólogos: habitaciones veinticuatro y cinco, con la única diferencia de que en la cinco se había registrado la visita de un joven atlético.

—¡Esa es! —afirmé, tal vez, con demasiado ímpetu—. Allí deben estar mis... —hice una pausa y tragué saliva— amigos. ¿Podrías llevarme con ellos?

Poco faltó para que me arrodillara a implorárselo, con lágrimas en los ojos. El encargado se extrañó por mi urdiente necesidad de llegar hasta esa habitación. Incluso, llegó a remusgar que yo tenía una segunda intención oculta.

—Disculpa —su tono de voz cambió ciento ochenta grados—, pero ya has fastidiado demasiado a mis clientes por hoy. Te aviso que, cualquier cancelación o queja de algún miembro de los cuartos que importunaste se cargará en tu cuenta —aclaró, mientras tomaba notas de la cuenta bancaria de mi madre.

—Está bien —asentí.

—Ahora vete.

No supe bien cómo se dio todo pero, de un instante a otro, mi brazo derecho salió disparado y mis nudillos dieron de lleno en la mandíbula del hombre, quien se derrumbó en el acto. Lo cierto es que, pasando por encima de su cuerpo inmóvil, caí en la cuenta de lo que había hecho, mas tampoco me importó demasiado.

—¿Hola? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —golpeé la puerta.

Pude percibir del otro lado murmullos. Me asomé por la cerradura y pude ver el rostro aterrorizado de Clary susurrándole algo al oído de quien parecía ser su futuro novio.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora