Prólogo Derecho a réplica

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Este es un adelanto de la nueva historia que podrán disfrutar a partir del 10/10. Gracias por tanto amor y apoyo❤❤

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Londres, 4 de octubre de 2020.

El olor a ocre y el color a herrumbre se fusionaban, víctimas de la indeclinable sinestesia, producto del desamparo, el terror y la muerte impregnadas en el aire. A lo lejos, un estandarte azul atravesado por dos diagonales blancas flameaba en el horizonte, sostenido por una mujer. Quizá, en medio de toda la bruma, algunos la hubieran confundido con la protagonista del famoso cuadro de Eugenie Delacroix, pero lo cierto era que el que flameaba no era el pabellón francés y que ésta, a diferencia de su antecesora, llevaba ambos senos cubiertos por su uniforme militar.

La intrincada escena, apenas perceptible, la tenía como única protagonista. Era, nada más ni nada menos, quien podía alardear el resultado del combate. De seguro, no tardaría en hacerlo mediante una concentración popular que revelara su gran oratoria y  capacidad de movilización de masas. Era la vencedora.

Su vientre demostraba las módicas consecuencias de un reciente embarazo, denotando su entereza física. Si la naturaleza no había sido capaz de detener su seguidilla de triunfos, mucho menos podrían haberlo hecho unas simples armas que no hacían más que responder a órdenes dispersas y mal impartidas.

El ambiente, cálido como consecuencia del nubarrón de pólvora, se encontraba agolpado de cuerpos, de modo que cualquier espectador que se atreviera a sumergirse en aquella polvareda acabaría topándose con un cúmulo de cadáveres humanos apelotonados sin sentido ni gracia uno por encima del otro.

Respondiendo a las órdenes de su jefa y dirigiéndole un saludo condescendiente, los subordinados habían dispuesto a compatriotas y enemigos una cavidad que revelaba que un combate que acababa de ocurrir. Había decenas de cuerpos; hombres y mujeres que se habían prestado a la expresión más nefasta del ser humano y a quienes ahora la naturaleza castigaba con la privación de su vida. Rhona le dirigió una patada indecorosa al cuerpo de un soldado en cuya frente podían observarse las consecuencias de la batalla, para luego arrepentirse de haber manchado sus botas con el indecoroso plasma sanguíneo de un derrotado.

No obstante, aquel cúmulo de vidas perdidas, lejos de sacudirle la conciencia o de atemorizarla frente a su propia perversidad, le resultaba superflua. Su atención ahora se concentraba en su verdadero trofeo de guerra: los tres más grandes comandantes de las tropas del enemigo. Sus hombres se aparecieron acarreándolos con suma violencia, esposados y sometidos a su fiereza. El encargado de la operación saludó a su jefa con la tradicional venia, que le fue correspondida.

—Hemos registrado cada lugar y logramos detenerlos a todos. Puede estar tranquila de que ningún pajarillo se nos escapará —aseveró el hombre, cuyos ojos reflejaban una sumisión absoluta.

—Yo no jugaría mi cabeza al accionar de un grupo de centinelas ineptos —le replicó ella, no con poca sorna, en una cantata que ya resultaba reiterativa.

—Si usted hubiera declarado a McCartney prisionero de guerra desde un principio se habría ahorrado ciertos disgustos —la contrarió su subordinado.

—¿E impedirme fusilar a ese tesoro por culpa de unos malditos Convenios firmados en el año 1949? Ya sabrá a estas alturas, McNabbs, que no me agrada que Naciones Unidas se involucre en cada paso que doy. Le recuerdo que, a la fecha, sigo siendo su foco de atención predilecto.

McNabbs se resignó a continuar la conversación. La idolatría que su superiora sentía por sus tropas y su fantástico desempeño durante los últimos tres años, lejos de atemperar su carácter, habían contribuido a reafirmarlo. Aunque le resultaba casi imposible imaginar el rictus que se dibujaba en el rostro de Rhona, a aquel hombre no le faltaba conocimiento sobre la naturaleza humana para comprender que la resolución definitiva de la contienda habría de trazar en su rostro algo semejante a una sonrisa reprimida.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora