Capítulo 83

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El doctor trataba de colegir cuáles eran mis intenciones a la hora de reunirme con él en aquel sitio

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El doctor trataba de colegir cuáles eran mis intenciones a la hora de reunirme con él en aquel sitio. No obstante, jamás pudo comprender el cogollo de la cuestión durante el tiempo que su puerta permaneció abierta. Sin dar señales de querer permanecer mucho tiempo conmigo, le informó a su guardia que lo buscara en cinco minutos y le preguntó si ya me había revisado la ropa para asegurarse de que su vida no corriera riesgo durante la corta entrevista. Me dejé inspeccionar sin perder nunca aquella sonrisa de triunfo, viendo cómo Helling maldecía mis tácticas limpias, sin avaricia ni cohechos de por medio, con los que yo ya me había cruzado. Despidió a su cofradía, reiterándole la orden, indicando, además, que no dejara de intervenir si sentía que estaba en peligro. El aludido -que parecía no poseer demasiada experiencia- aceptó la orden y, sin titubear, cerró la puerta y nos dejó solos.

El avariento Doctor Helling me miró a los ojos, invitándome a que fuera yo el primero en hablar. Pese a su carácter impasible, arremangué mi pantalón, dando prueba de mi condición, dándole a entender que estábamos del mismo lado. A partir de ese momento seríamos comparsas más que enemigos. Él debió maldecir a una organización que osaba de tener un acceso cohibido pero incorporaba a todo aquel ser maleable que se le cruzara. Imitó mis gestos, arremangando su camisa para mostrarme que, por desgracia para él, estábamos en la misma bolsa. El colindante tira y afloja finalizó con la rendición de Helling, quien era consciente de que ya no era una disputa bilateral sino que nos hallábamos enmarcados dentro de un contexto amenazador.

-Tengo órdenes precisas para usted -me atreví por fin a decirle.

-Aceptaré las mismas -respondió, siguiendo el protocolo mientras, al coetáneo, ocultaba su tintaje con la manga de su camisa.

-He recibido una indicación que establece que deberemos esperar a la semana entrante, con los equipos preparados, a más de dos mil hombres armados que llegarán de todo el mundo para ser clonados.

-Será muy difícil no levantar sospechas. Los medios están al salto de la primicia -me advirtió Helling, con razón.

-De eso nos encargaremos ambos, coligándonos en un plan para conseguir concretar esta misión con éxito. En pocos días llegará a la ciudad un comisionista que nos informará más a fondo acerca de nuestra misión. Mientras esperamos, he recibido la petición de reconocimiento de todos los agentes asociados a la organización que actúen en el recinto.

Me sentía muy a gusto en aquella situación, dando órdenes -un talento congénito que heredé de mi madre- sin recibir negativas ni cotehos. El Doctor Helling ya se me había subordinado, y mi primer orden fue la de aplazar la entrevista unos minutos más. Fiel a mi voluntad, y cuidando de no exacerbarme, lo anunció a su gente.

-Ahora bien -sostuve, algo más tarde, procurando no perder el foco en la cuestión, arribando a una digreción que nos costaría dispendioso- necesito a todos los aliados aquí con su respectiva identificación dentro de dos horas.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora