Capítulo 39

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—Mi nombre es Moné Rodríguez —él se acomodó en la cucheta de arriba mientras luchaba contra la tapa de un frasco de quita esmalte— y, aunque creas que tengo cara de ángel, no te confíes mucho de ello —me alcanzó el envase y conseguí desenroscar la...

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—Mi nombre es Moné Rodríguez —él se acomodó en la cucheta de arriba mientras luchaba contra la tapa de un frasco de quita esmalte— y, aunque creas que tengo cara de ángel, no te confíes mucho de ello —me alcanzó el envase y conseguí desenroscar la tapa.

Comenzó a embeber un puñado de algodón con la mezcla para quitarse el barniz de encima, sin dejar nunca de perder el hilo de la conversación.

—Verás, de pequeño las cosas no me salieron muy bien. En primer lugar, mi padre se marchó a los pocos meses de haber nacido y yo me quedé bajo el cuidado de mi madre. Convenimos en que yo entregaría a sus clientes sus productos de costura hasta que creciera un poco y la ayudara a trabajar. Así comenzó mi historia, ¿puedes creerlo?

Me percaté de que aquella era una pregunta retórica y asentí mirándolo a los ojos. Después, volví a enfocar mi atención en la pequeña ventana que se alzaba en el margen superior, que mostraba un pedacito de cielo aborregado; mi único contacto con la humanidad por el momento.

»Si bien todavía era un crío, supe que mi madre no andaba muy bien con sus finanzas. Por ello, comencé a mentirles a sus clientes para añadirles nuevos aumentos a sus compras bajo el pretexto que fuera y ellos, pobres estúpidos, no cuestionaban ni una sola de mis palabras. Me engañaba a mí mismo al decirme que aquello no era robarle a nadie, ya que, en definitiva, todo el dinero iba a parar a mi madre, lo cual era una buena causa.

»Un día en la escuela, dos chicos de mi edad me encerraron en el clóset del aula (aunque ahora te suene a una paradoja) y, al salir, los reventé a puñetazos y esa fue la causa por la que decidí solivantarme contra la ley y la justicia. Comprendí que ser un ciudadano honesto no me llevaría a ningún lado más que al sufrimiento y la humillación. Con el tiempo, me sumergí en el negocio de las drogas gracias a un conocido mío de la villa en la que vivíamos.

»Todo esa situación tocó fondo hace unos pocos días, cuando descubrimos que un viejo que se había infiltrado en la banda desde los inicios, había estado compartiendo información con la policía y su familia, con el fin de acabar nuestro negocio. Por fortuna para nosotros, su enfermedad nos ahorró un trabajo desagradable en el que nos podríamos haber delatado. No obstante, la policía descubrió nuestros planes gracias a la denuncia de uno de los familiares del traidor, quien los alertó.

Afuera ya caían las primeras gotas y yo, como buen pluviofílico, inhalé un delicioso aroma a tierra mojada. El petricor no causó el mismo efecto en Moné, quien no se desenfocaba ni un segundo de su narración.

—Matamos a una de las agentes que nos estaba siguiendo la pista e incriminamos al chico de todo lo ocurrido. Sin embargo, nuestro plan presentó algunos puntos débiles que la policía supo aprovechar y mis amigos y yo acabamos enjaulados aquí —concluyó.

THEMMA © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora