99

52 8 9
                                    

Una semana de reposo absoluto, siete días de total dependencia, 1440 horas de pleno aburrimiento, 86400 minutos de plena desesperación.
Siete hombres en una sola casa para el cuidado de uno...

-¿Yoon, te apetecen Gyozas? - suspiré de forma frustrada, tratando de no sacarme a mi mismo de mis casillas.

-Jin Hyung...no me apetece nada.

18 horas han pasado...treinta y dos minutos que se le suman, y yo ya estoy totalmente desesperado por la presencia de tantas personas en mi hogar.

-Min YoonGi, o comes algo o te lo meto con una pala-risas se escucharon en el pasillo, creo que esto de quedarse en la cama nunca es una buena idea, menos aún si estás con una panda de idiotas.

Decidí sumergirme en el acogedor silencio, sin embargo, eso el mayor no pareció tomárselo bien.

-Entonces haré lasaña, te la traigo en un rato, Yoon.

-Haz lo que quieras...

Suspiré de nuevo. Estaba acostado en la gran cama de mi dormitorio, hecho una pequeña bola sobre mi mismo, a excepción mi rodilla, la cual apenas podía doblar.

El día anterior - tras una larga discusión - un médico llegó hasta mi piso, lugar donde me hizo una revisión sobre el estado de mi pierna, lo que resultó ser un gran drama entre mi vecino y sus amigos...tan solo era una torcedura leve, podría haber sido mucho peor, pero ellos parecieron tomarle demasiada importancia, llegando al punto de no dejarme ir siquiera al baño solo, no de nuevo.

Desde que aquel accidente sucedió, no pude evitar sentirme algo frustrado conmigo mismo, seguía sin poder creer que una persona de mi edad no pudiese cuidarse por sí misma.

Me sentía inútil.
Me encontraba desesperado.

Era como...si no sirviese para nada, como si simplemente fuese un estorbo para todos aquellos que ahora me acompañaban.

Mordí mi labio, frustrado, sin salir de aquella posición. No quería ver a nadie, no quería ser nadie, simplemente deseaba no estar...

Pero, al parecer, eso no era algo que fuesen a permitir.

-Señor Hyung, te he traído la comida. - aquella voz ya tan familiar para mis oídos, entró en la habitación sin siquiera preguntar, tan solo dejó la comida en la mesilla de noche a mi lado y comenzó a dejar leves caricias en mi cabello - ¿Qué tal vas...? ¿Te duele mucho?

Mi ojos fueron directos al plato de lasaña cerca de mi. ¿A quién mentir? , olía como el cielo, pero de tan solo pensar en comer me entraban nauseas.

Suspiré nuevamente, está vez mirando a mi frente, donde un arrodillado Park se encontraba sonriéndome levemente.

-No me duele, solo me molesta un poco. -insconscientemente acerqué mi cabeza a la mano menor para hacer más cercanos los toques sobre mi cabello, razón por lo que el rubio sonrió ampliamente mientras yo cerraba mis ojos con gusto- Y te dije que no me llamaras así...solo soy dos años mayor.

-Aún así sigues siendo mayor, Señor Hyung.

Tras bastante tiempo, una leve sonrisa salió de mis labios, esta vez sin tanto miedo por ser mostrada.

-Ven aquí, que seas un abuelo no es excusa para que deje de cuidarte como a un bebé.

En aquel entonces fruncí el ceño, el rubio se encontraba a punto de meter una porción de aquella lasaña en mi boca.
Podría sonar irónico, pero realmente estaba teniendo un trato "especial" conmigo.

-Pero yo no soy un bebé, idiota. - dije aquello cruzando los brazos sobre mi pecho, bastante molesto a decir verdad. Sin embargo, no duró mucho cuando escuché su leve risa, cosa que me obligó a dirigirle la mirada.

-No eres un bebé, es cierto...

Su sonrisa por un momento desapareció, bajando hasta sus manos para pensar en algo que jamás podré saber.

Lo único que sabía es que me preocupé...realmente lo hice, y no sabía si hacerlo más cuando le vi volver a sonreír levemente, como si tratase de esconder sus verdaderos sentimientos.

Como si se pusiese una máscara para no dejarme ver lo que realmente ocurría...

-Park... - entonces sus manos pasaron a mis mejillas, siendo leves las caricias en estas.

-Más bien eres como un gatito enfadado.

-'Capítulo 99. Gatito.'

Memorias de un idiota «ᴶⁱᵐˢᵘ/ʸᵒᵒⁿᵐⁱⁿ»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora