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Uñas mordidas, grandes ojeras, cabello levemente desordenado, ropa desperdigada por todos los rincones junto a los muñecos del animal con el que convivo.

La gran pregunta no dejaba de dar golpes en mi cabeza, una y otra vez, tan insistentemente que dolía.

¿Por qué estoy así por una estúpida llegada?

Todo estaría bien, tan solo volvería a ver a seis personas, a las cuales había conocido hace ya meses y había cogido algo de cariño.

Para ser sinceros, no sabía la causa de mi desorden físico y sobretodo mental.

Las palabras de la pareja Kim me habían estado perturbando en la noche pasada, las mismas que, tras la pesadilla del día anterior, habían logrado desesperarme.

Suspiré hondamente antes de mirar a mi alrededor.

Todo estaba hecho un desastre.

Por alguna razón, me decidí a ordenar lo que era mi hogar, no sin antes entrar al baño, darme una ducha para destensar los músculos de mi cuerpo y tomar aquella maldita pastilla.
Una hora pasó cuando por fin pude respirar con tranquilidad.

Eran cerca de las cinco de la mañana cuando mis ojos comenzaron a flaquear. Y sí, ante la duda, aquella noche sólo dormí una hora, o bueno, al menos lo intenté.
Era el veintidós de julio y por fin volvería a ver a la manada de seis llegar a iluminar mi sombría vida.

Con aquel agradable pensamiento, mis ojos se cerraron a traición, siendo únicamente consciente de mi cuerpo estirado sobre las mantas y el leve calor del verano azotando mi piel.

Suspiros salieron de mi boca cuando los ladridos de Holly se hicieron presentes. No habrían pasado más de dos horas cuando el pequeño comenzó a dar saltos insistentes frente a la puerta de mi hogar.

Me obligué a abrir los ojos perezosamente mientras maldecía al ruidoso canino.

-Holly...bola de pelo, cállate. - como si fuese un milagro, los ladridos cesaron y, con ellos, la calma regresó a mi cuerpo.

Oh...bueno, lo hice hasta que caí en la cuenta de mi gran estupidez.

Susurros se escucharon en el piso inferior cuando la puerta fue cerrada al poco tiempo, justo cuando logré abrir mis ojos y sentarme en la cama de golpe.

-¿Deberíamos subir? - la voz de HoSeok se hizo presente al instante, haciendo más grandes mis ilusiones.

No me importó llevar el estúpido pijama de Kumamon, no me importó ir descalzo por la fría estancia, tampoco me importó mi aspecto o el qué pensarían.

No me importó y sin duda, jamás me importaría.

Sin pensarlo dos veces me levanté de la cómoda cama, corrí por los pasillos y bajé las escaleras de dos en dos hasta que pude visualizar a las tan conocidas figuras en mi salón.
Tampoco fue mi idea saltarme los tres últimos escalones para saltar sobre un sorprendido Park.

-¡YoonGi! - la voz del rubio salió en un pequeño grito agudo, supongo que porque literalmente le arranque el aire al abrazarme a él de brazos y piernas al colgarme sin previo aviso. - ¿Qué haces despierto tan temprano? - no pude evitar encogerme en mi lugar y esconderme en el que se estaba convirtiendo uno de mis lugares favoritos y...mierda.

-¿Nosotros no existimos? Me ofendes, Hyung- TaeHyung llevó su mano al pecho, fingiendo indignación.

Risas se escucharon, o al menos lo hicieron hasta que el nudo que silenciosamente se había formado en mi garganta se deshizo lo suficiente como para soltar un leve susurro que dejó a todos de piedra.

-Os eché de menos...

Joder, hasta yo me sorprendí por aquello.

-Hyung... - esa fue mi señal para salir de mi escondite y dar la cara a todos los presentes.

Era la primera vez que veía a todos los presentes a la vez, en el mismo lugar y en el mismo instante, todos ellos con la mirada fija en mi.

-Yo..

No me permitieron decir nada, ni siquiera reaccionar o hacer alguna clase de movimiento.

Doce brazos me acogieron.

Y entonces, otra cosa que se unió a la lista de cosas que no me importaron en la mañana del veintidós de julio...

-'Capítulo 125. Reencuentro.'

Memorias de un idiota «ᴶⁱᵐˢᵘ/ʸᵒᵒⁿᵐⁱⁿ»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora