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-El dia en el que muera, serás libre por fin, Minnie.

-No digas eso, me asustas, ¿sabes?

-Todos me tienen miedo...

-No...

-No sé por qué tú serías diferente.

Solo una pesadilla, solo una pesadilla, solo...

Mierda

Al despertar de aquel infierno pude encontrarme a mi mismo cubierto de sudor y algunas lágrimas, mi cabeza dolía a horrores y, sinceramente, no creo que sea por el calor.

Con manos temblorosas traté de encontrar el contacto de mi vecino.

Sí, fue la primera persona que llegó a mi cabeza.

Dos toques fueron suficientes para que la llamada comenzase, con un adormilado Park en una de las líneas.

-¿Yoonnie? - su voz ronca y baja me sacó un escalofrío que recorrió toda mi columna vertebral, sin duda lo había despertado, cosa que era bastante obvia que pasaría, ya que eran las seis de la mañana.-¿Estás bien, ha pasado algo?

En un intento de reprimir un hipido, mi voz salió entrecortada, una cosa más por la que siempre me odiaría.

-Yo... ¿Pu.puedes cantar algo? - mi mandíbula comenzó a temblar nuevamente, no quería llorar, pero los pensamientos de mi mente eran más fuertes que cualquier promesa...eran más fuertes que yo mismo. - Po.porfavor.

Unos cuantos movimientos en la otra línea dieron paso a un limpio corte, lo que me hizo finalmente soltar lo contenido.

Él había colgado la llamada. La única persona en la que tenía confianza, a la única que necesitaba para estar bien, a la única...la única persona que quería.

Me maldije un millón de veces al no poder secar mis rellenas mejillas, me odiaba por tantas cosas al mismo tiempo que se me hacia imposible sentir algo más que rabia hacia mi persona.

Estaba seguro de que Park me odiaría, si es que no lo hacía desde antes. Porque, seamos sinceros... ¿Quién no lo haría?

Incluso yo me odio a mi mismo.

Mis encías pegadas a unos pequeños dientes, el cabello negro siempre desordenado, mis ojos demasiado afilados, mis pómulos poco marcados, mis mejillas idénticas a las de una ardilla, mi pálida piel, mis labios finos, la grasa, las ojeras, mis uñas mordidas, mis ojos con diferentes iris, los lunares de mi piel...
¿Cómo no me cuenta antes?

Seguramente sólo hayan estado fingiendo, sólo querrán mi dinero, algo de fama y poder burlarse de mi. A fin de todo...es lo que todos quieren.

Mi llanto continuó hasta escuchar una clave ser introducida, tras ella la puerta principal abrirse y después cerrarse con sumo cuidado. Sin despertar siquiera al pequeño animal que dormía a un costado del sofá en la sala de estar.

Mis ojos pidieron abrirse al escuchar como el sujeto subía las escaleras, los pasos por el pasillo, y finamente la entrada de mi dormitorio, donde entreabrí uno de mis ojos, tan solo para poder descubrir de quién se trataba.

No fue necesario volver a abrirlos cuando una pequeña mano cubrió mi frente, siendo fría ante la caliente temperatura que incluso creaba gotas de sudor.

-Yoonnie...estás ardiendo. - aquellas lágrimas traicionera volvieron a aparecer.

Él no hacía eso por su propia cuenta, lo hacía por obligación, por pena, para poder aprovecharse tras coger mi confianza... Alguien como JiMin no me querría de esa manera.

Nadie lo haría.

-Ey, mírame. - mis ojos, aún repletos de pequeñas gotas, se abrieron solo para mirar al que tanto me dolía- ¿Te encuentras bien? - tras unos segundos, decidí volver a cerrar mis ojos, aún aferrado en la idea de que todo era una sucia mentira. - Mierda...YoonGi, tienes que darte un baño frío, ahora.

Tan solo reaccioné cuando la bañera comenzó a ser llenada por aquel frío líquido. Su mano se aferraba a mi cadera mientras que, aún en mi cama, trataba de liberar mi cuerpo de las agobiantes prendas.

-Venga...levanta los brazos, ¿puedes intentarlo? - con algo de desconcierto, obedecí sin preguntar, pues ya sabía lo que intentaría...y aunque no me hiciese demasiada ilusión, era lo mejor en estos momentos. - Agárrate como puedas a mí.

Realmente no escuchaba sus palabras, simplemente me dejaba llevar por mis instintos, y lo hice hasta quedar en ropa interior. Si quería aprovecharse de mi...mejor ahora que cuando sea demasiado el dolor en mi pecho, ¿cierto?

Tras unos minutos de un incómodo silencio, el menor me llevó en brazos hasta el baño, donde, con sumo cuidado, comenzó a meter mis cuerpo en el agua. Lo que me obligó a agarrarme con fuerza a su cuello antes de comenzar a tiritar y soltar quejidos por la molestia en mi piel.

-Ten.tengo frío, Jiminnie... - un largo sollozo salió de mi garganta, y eso al rubio no le pareció gustar.- S.sé que no te im.importo... ¿Por qué haces es.esto?

De alguna forma...las personas son crueles, se podría decir que hasta el punto de dejar la mente en blanco, únicamente para fijarse en una cosa y centrarse en ella como si su vida dependiese de ello.

Ese día fui un ser humano cruel.

Un imbécil.

Me di cuenta de ello cuando, tras decir mis últimas palabras en esa bañera, la voz de Park se hizo presente.

No en forma de palabras, tampoco como en un recital.

Me sentí como un idiota cuando finalmente pude verlo.

Él se despertó a las seis de la mañana por una llamada mía, vino de forma rápida hasta mi sin siquiera vestirse o arreglarse en lo más mínimo. Tan solo llegó, tomó mi temperatura, preguntó por mi estado...él trató de hacerme sentir mejor.

Y yo simplemente...tan solo pude agradecerle su existencia antes de caer rendido, aún en el frío agua, ante su hermosa voz.

Sin duda...debió de perder las alas.

-'Capítulo 128.Pesadillas.'

Memorias de un idiota «ᴶⁱᵐˢᵘ/ʸᵒᵒⁿᵐⁱⁿ»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora