Capítulo 04

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— Preguntaré de nuevo, ¿si ustedes deben llegar vírgenes, por qué quieres aprender del sexo conmigo?

— Porque necesito que cuando ese momento llegue, yo lo haga fenomenal para evitar avergonzarme con ella.

— Pero ella será virgen e inexperta — dije.

— Exacto, así será entonces yo como el hombre, podré guiarla y enseñarle lo que se ¿entiendes?

— Claro, quieres ser un experto en el sexo para no humillarte como ella cuando lo hagan — asintió — me parece algo muy estúpido e hiriente.

— ¿Por qué? — cuestionó acomodándose los lentes

— Porque se supone que es algo especial para ella que ustedes aprendan de ese mundo juntos, por primera vez y tú me contratas para que te enseñe así quedando mejor que ella.

Esto sí que es estúpido. Ni siquiera Samantha Jones fue tan idiota en el sexo.

— Por favor, es un trabajo solo hasta que aprenda a ser muy bueno — suplica — te pagaré cada viernes.

— Ah, entonces ¿piensas hacerme trabajar toda la semana? — pregunte.

— Es un trabajo como cualquier otro, solo que tiene sexo involucrado — mire hacia el volante tratando de aguantar la risa — Te pagaré más de lo que se supone que te paguen en un trabajo común y corriente

— ¿Cuánto más? — lo mire de reojo.

— Tal vez, esto — saco un papel de su saco y me lo entrega.

Virgen santa de todos los infiernos, esto tiene más ceros que las calificaciones de Brooks. Wow de verdad este tipo se pudre en dinero

— ¿Esto será lo que me pagaras en total? — soltó una risita

— Eso es lo que te pagaré cada viernes — madre mía, esto es más de lo que ganaría en la tienda trabajando diez años.

Pero no puedo rebajarme a este nivel, de aceptar idioteces por un mísero sueldo de demasiados ceros.

— No me interesa, Richard. Pero agradezco la confianza.

Tiene la boca abierta y un poco sonrojadas las mejillas. El pelo parece de caricatura al caerle en la frente.

— ¿Por qué no aceptas? Se nota que te intereso.

Saco de mi bolsillo otra goma y me la meto en la boca. Agh fresa, que horror.

— No necesito que más gente, me llame zorra o puta, cuando sepan lo que hago contigo.

— Nadie se enterará, es secreto, mi Diana no puede saber que hago esto — confesó.

— Al diablo, ya te lo dije, Coleman no aceptaré la oferta.

— ¿Y si te pago más? — insiste.

— No lo haré, es cuestión de dignidad, ahora sal de mi auto. — exigí.

— De acuerdo, respeto tu decisión, pero, si cambias de parecer toma — me da una tarjeta de presentación ¿quién con dieciocho, tiene una? — llámame, la oferta expira el sábado.

No dice más y sale de mi auto. Y yo que pensé anoche que mi día sería relajado. Dejo caer mi cabeza contra el volante y la estúpida radio de enciende.

—¡Mierda! - grite en el auto.

***

La puerta de la casa está entre abierta y eso nunca es buena señal. Baje corriendo del auto para entrar de prisa a casa

𝐸𝑙 𝐷𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜 𝐷𝑒 𝑈𝑛𝑎 𝑍𝑜𝑟𝑟𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora