Leo la tarjeta y no puedo evitar sonreír, aunque Lassie a mi lado no le hace gracia.
— No le veo lo gracioso a que insinúe cosas — dice molesta frunciendo el ceño.
— Olvídalo Lassie, solo ponlas en agua mientras voy a comprar las cosas — asiente poco convencida.
Salgo de la casa, bajo los escalones deprisa y espero no tener que volver a caerme como ayer. En cuanto empiezo a caminar por la cuadra la gente me mira con curiosidad, de seguro deben pensar cómo sigo viva de tanto sida que dijeron que tenía. Necesito volver a enfocarme en mi plan donde solo importa guardar dinero para huir a otro lugar.
***
Veinticuatro de diciembre diez de la noche, escriban que en esa hora murió de hambre en su casa vieja, vestida y deprimida. Lassie desde ayer insistió en que debía lucir bien para tener una navidad buena o al menos mejor de las que he tenido hasta trajo un par de regalos que están en el sillón, he enviado a Gato a que los revisé, pero hasta a él lo ha amenazado
Mi vestido es corto pero las medias negras evitan que me termine de congelar.
— Lassie — le grite — tengo hambre.
Si alguna vez alguien me ha querido, se los ruego matarme. Estoy acostada en el suelo, pero veo como sale con una bandeja plateada que desprende humo para ponerla sobre la mesa.
— Listo, ya está el pavo — anuncia y me pongo de pie lo más rápido que puedo.
Me siento veloz en una silla frente al pavo humeante que me pide a gritos que le entierre un cuchillo.
— ¿Puedo enterrar mi cuchillo en eso? — lo apunté, pero negó con mala cara.
— Ni se te ocurra primero debemos servir las guarniciones para después dar el pavo, ¿qué no te enseñaron esa tradición?
La miré y negué e inmediatamente entiende lo que dijo, su mirada apenada llena mi vista, pero niega con la cabeza.
— Nunca me enseñaron una tradición navideña, aunque el pasar un veinticuatro sentadas en el suelo, con frío y una lata de atún puede considerarse como una.
— Pues ahora estoy yo para enseñarte algunas por al menos el tiempo que dures aquí - murmura - imagina que el próximo año estarás sentada en tu nueva casa viendo por la ventana como cae la nieve encima de Nueva York
Nunca me imaginé eso, pero la ilusión cuando la describe me hace pensar que será muy bueno en realidad.
— ¿Alguna vez has ido a Nueva York? — le pregunte en cuanto se siente dejando mi plato lleno frente a mí. Tiene pinta de ser sacada de una revista de cocina profesional además de un exquisito aroma
— La última vez que fui tendría unos diecisiete, pero tampoco es como que no pueda volver a ir.
Pruebo un bocado y es una maravilla, si subo unos veinte kilos será culpa de Lassie y su excelente receta para este pollo gigante. Doy un trago al vino que me dejo y todo me sabe a gloria.
— ¿Por qué no irte de este viejo pueblo?
Si fuera ella ya hubiera huido hace tiempo.
— No lo veas así, he ido a muchas partes, pero creo que nunca tuve ningún motivo para irme o quedarme. En realidad, vivo día a día no soy mucho de imaginar dónde estaré en unos años.
Levante la copa — Ya somos dos — hace lo mismo de inmediatamente las copas chocan entre sí.
La cena la pasamos hablando o contando cosas sin importancia, pero todo bastante bien hasta que el alcohol ha llegado a mi sistema y las idioteces empiezan a salir de mi boca
— ¿Por qué no tienes hijos? — suelto bruscamente y me golpeo yo misma la frente — mierda, lo siento no debí...
Hace un gesto con la mano y me sonríe — No, cálmate no me molesta responder. Nunca me consideré capaz de criar a otra persona fui demasiado egoísta, quería mi vida solo para mí, pero hace un par de años la soledad dejó de ser tan agradable como solía serlo.
Mira otro lugar, pero no se mira molesta
— ¿Entonces por qué no los tuviste cuando sentiste que estaría sola?
Sonríe con lo que supongo que es algo de tristeza — Ay niña, los niños no se tienen para combatir la soledad, tener un cuidador o mantener al esposo. Se deben de tener cuando ambos quieren formar un hogar, pero eso hoy en día les importa una mierda — dice tomando su copa — así que promete que no tendrás un hijo solo porque sí.
Niego la cabeza deprisa, esto no está entrando en un buen terreno.
—¡No gracias! — dije alterada y se río.
— Además mírame, ahora que te tengo cerca, y se siente como si estuviera cuidando a una niña torpe y grosera... — dice con la ceja levantada.
— No olvides guapa, el guapa es importante — dije burlona.
Se puso de pie y comenzó a recoger los platos. Le ayudé con eso a pesar de que me dijo que no me acercara a nada porque lo podía romper y si eso pasaba ella rompería mi brazo
— Lávate las manos — dice cuando acaricio a Gato.
— ¿Por qué? ¿Esperare a Santa al lado de la chimenea imaginaria? — bromee.
— Bien, entonces me llevaré este regalo que te compre — en un parpadeo corro al baño me echo un poco de jabón y lavo mis manos en tiempo récord.
Listo, me quite los zapatos para terminar de cruzar el pasillo descalza. Me siento en el sillón enorme junto a Gato que se subió al igual que yo. Lassie se quedó sentada en el pequeño con una sonrisa y unas bolsas en la mano.
— Bien, les tengo regalos a cada uno ¿quién lo quiere primero? — Gato le ladra — conste que él fue quien habló primero.
Saca de una bolsa un tazón rojo brillante con pequeñas huellas alrededor y al frente el nombre de "Gato" en letras plateadas. Pensarías que es algo estúpido regalarle algo a un perro, pero él se bajó del sillón para tomarlo con el hocico, pero antes regalarle un ladrido a Lassie.
— Más vale que no lo tires de nuevo por el inodoro, Gato — grite.
— Es un buen perro, mucho más agradable que los humanos — dice contenta.
— Me agrada casi siempre excepto cuando mordió mi zapatilla nueva.
Asiente y me pasa una bolsa morada — Ábrelo para que después me digas lo horrendo que es.
Pongo la bolsa en mis piernas, mi mano toca algo helado e inmediatamente lo tomo para sacarlo de la bolsa. Una chaqueta de cuero negra con pequeños picos púrpuras en los costados
—¡Es muy hermosa! — dije impresionada, me puse de pie para probarla enseguida.
— Me alegra que te haya gustado — dice sonriendo.
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𝐸𝑙 𝐷𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜 𝐷𝑒 𝑈𝑛𝑎 𝑍𝑜𝑟𝑟𝑎
أدب المراهقين𝐐𝐮𝐞𝐫𝐢𝐝𝐨 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨: 𝐓𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐠𝐮𝐧𝐭𝐚𝐫𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐨𝐧𝐝𝐚𝐬, ¿𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐞𝐳 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐬𝐭𝐞 𝐚 𝐭𝐚𝐥 𝐠𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐫...