Capítulo 11

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La alarma suena cinco minutos después de que abrí los ojos. He estado tirada en mi cama intentando no pensar en que se me congela el culo aquí.

Un golpe se escucha afuera y me pongo la almohada en la cara en parte para ignorar el ruido y di tengo suerte ahogarme antes de que empiece mi día. El sonido de algo de cristal quebrándose contra el suelo es el impulso para levantarme. Abrí la puerta y corrí veloz hasta la sala donde mi madre está agachada recogiendo los pedazos de algo.

— Buenos días, cariño no quería despertarte - el pelo castaño le cae en la cara y se lo aparta con cuidado.

Cuando era niña deseaba con ansias ver regresar a mi mamá de trabajo porque jugaba conmigo a las escondidas hasta que un día entendí que mientras me escondía ella se ponía hasta el culo con coca y demás. No tengo recuerdos muy memorables, pero al menos tengo

— ¿Qué rompiste? — le pregunté caminando a la cocina para hacer café.

— Nada importante solo una tontería — echo el café en mi taza esperando a que el agua caliente con ansias — ¿verás a tu novio hoy?

Deje caer mi mano contra la mesa haciendo un ruido fuerte y provocando que me mire

— No es mi novio, es mi jefe y punto — me mira seria unos momentos antes de pedir perdón — iré a vestirme

Quería decir algo, lo noté porque iba abrir la boca, pero en cuanto me vio cruzar por el pasillo negó con la cabeza. Me visto y miro la hora. Tan solo son las ocho de la mañana y mi cabeza ya me traiciona dándome dolores. Cuando estoy lista salgo de nuevo al pasillo me pongo los viejos tenis y me dirijo hasta la entrada ignorando la voz de mi madre que me llama.

Charles Bukowski dijo: La tristeza es causada por la inteligencia. Cuanto más comprendas ciertas cosas, más desearías no comprenderlas. No recuerdo haber estado de acuerdo con alguien antes, pero todo tiene una primera vez ¿no? He caminado unas seis cuadras pues al salir no tome las llaves y no deseaba tener que regresar pronto a casa se está terminando noviembre, se nota bastante pues muchas de las tiendas y lugares del pueblo están comenzando a adornar con luces de colores además de feos carteles de un hombre barbudo y obeso que entra a tu casa para darte regalos. Cuando era pequeña me causaba ilusión la navidad porque era la época del año donde mi madre dejaba de ser ella y se sentaba conmigo a contarme historias sobre la navidad, pero como todo tiene un fin, un abrumador día los niños de mi escuela me gritaron que todo era una farsa inventada por los adultos recuerdo llorar de camino a casa deseando que al llegar mamá me dijera que ellos mentían, pero solo encontré a mi mamá cogiendo con su novio ebrios en la cocina, a veces deseas no ver esas cosas.

Entre a una cafetería llamada Rooney's café estaba casi vacía y no me tarde demasiado en ver que el interior luce como si hubiera sido una vieja cantina, pero claro unos pósters vintage y menús le dan justo el toque para hacerla un café casi decente, acomode mi bolso en mi hombro cuidando de que nadie me lo quite en este sitio esperé en la fila que no se demoró demasiado en acabar para pedir

— ¿Qué quiere? — pregunto un chico con barba de chivo y un sucio delantal azul.

Mire la pizarra y claro hay pura mierda con demasiada azúcar o crema batida extra

— Dame un café negro para llevar — asiente.

— Son quince con cincuenta y la propina que dejes - dice dándole un golpe con la pluma a un frasco de vidrio que dice "propinas" en una cinta.

Pago en cuanto lo recibo y echo un centavo al frasco ganando una mirada enojada del chico. Bebo un sorbo y Dios mío es asqueroso pero soportable en cuanto camino para salir una bota enorme se cruza en mi camino haciendo que esté a punto de caerme, levante la mirada y me encuentro con una mujer morena, regordeta y que me mira con una mano levantada.

— Dame cinco dólares — ordena estirando la mano

Frunciendo el ceño la miró y me crucé de brazos. Va vestida normal así que no es una vagabunda, pero esa cara llena de arrugas y verrugas debe asustar a más de uno.

— ¿Por qué te daría dinero? — pregunte

— Porque soy vagabunda — confiesa con una cara triste — me reí y la contagió — bien, no lo soy, pero quería ver que tan buen corazón tenías, niña

— No tengo corazón, pero si un buen cerebro en funcionamiento las veinticuatro horas — suspiró.

— Créeme eso es mucho mejor, ¿cómo te llamas, niña?

— ¿Por qué debería decirte? Puedes ser una roba niños o peor una banquera — se ríe y murmura "inteligente"

— Me llamo Lassie, soy la dueña del café. Ahora me voy tengo que ir a trabajar — dice quitándose de mi camino.

— Adiós

Llegue a la puerta y de pronto me grita — ¡Chica, ven mañana! — suelta sonriendo y salgo por la puerta.

Fue raro, pero al menos puedo decir que hable con alguien que no fuera Gato, en cuanto botó el vaso vacío al contenedor mi celular comienza a vibrar en mi bolsa. Vaya que sorpresa Coleman molestando, ¿quién lo diría?

— Buenos días, Ryland — saludo

— ¿Qué quieres? — respondí

— ¿No me darás los buenos días? — pregunta con algo de sorpresa en su voz

— ¿Ni mi diris lis biinis diis? Ya no seas nena y dime de una vez — bufo y se aclaró la garganta.

— Necesito que vengas rápidamente

— ¿Por qué? — es muy temprano todavía como para lidiar con él.

—¡Es una emergencia! — grito y tuve que apartar el celular de mi oído — lo lamento, pero es grave, ¿estás en tu casa?

— No, estoy en la calle.

— ¿Vas en tu auto? — negué intentando que fuera una excusa para no ir — enviaré un auto por ti, envíame un mensaje que con la ubicación exacta.

Demonios eso no lo vi venir 

𝐸𝑙 𝐷𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜 𝐷𝑒 𝑈𝑛𝑎 𝑍𝑜𝑟𝑟𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora