Estoy sentada en la banqueta esperando a que llegue él que me va a salvar. Nunca, ni siquiera las burlas de la escuela me habían hecho sentir tan humillada como todo esto.
— Linda tarde, ya estoy aquí — me levante en seguida al ver sus zapatos caros golpear ligeramente mi muslo desnudo.
— Gracias por venir, sé que fue de último minuto — me tiende el cheque y lo miro como si fuera broma.
— ¿Qué? ¿Tiene algo malo? — reviso el cheque.
— ¿Por qué un cheque? ¿Eres un abuelo? — bufa — me tengo que ir mañana en la escuela organizamos todo.
Acepto y se va por donde vino, mientras que yo corro hacia el banco de nuevo con el cheque en la mano.
— ¿Qué se le ofrece, señorita? — pregunta el de seguridad
— Pagar mi deuda — dije sonriendo.
***
—¡Mamá! ¡Espero que hayas limpiado porque no quiero ver más botellas! — grite azotando la puerta.
Me acerco a la vieja mesa de la cocina para dejar mi bolsa y una hoja de papel, está moviéndose con la brisa.
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Estupendo, de nuevo mi casa para mi sola. Me deje caer en viejo sillón gris empolvado busque el control de la televisión, pero recordé que mamá lo arrojo al vecino.
— Agh - solté y me levanté de un salto.
Me quito las botas y la chaqueta a medio camino, llegué hasta el lavaplatos y abrí la pequeña ventana que estaba al lado. Ahí se encontraba el viejo radio de mamá. Lo encendí para evitar el silencio que normalmente me agrada.
— Gato sé que estás ahí, y no me asustaras esta vez — dije empezando a lavar un poco los trastes.
Hay un perro que siempre viene a visitarme, es un cachorro cad que puedo le doy comida y, nunca he visto de donde viene, pero la mayor parte del tiempo está aquí.
Sale del pasillo emocionado y brinca sobre mis pies.
— ¿Qué te pasa, gato? Tienes hambre, hoy solo seremos nosotros para cenar. Déjame terminar los platos y saco la comida.
El perro parece entender porque sale disparado hacia el pasillo de nuevo y de vuelta trae un plato hondo que le dio mamá para que comiera
— ¿Quieres que también lo lave o que, mierda? - abre el hocico haciendo que el plato caiga al suelo y con la cabeza lo empuja hacia mí pie -Bien, lo voy a lavar ¿feliz?
Se va sin hacer ruido y de un salto sube al sillón donde se acomoda. Hasta el perro tiene que ser atendido por mí, Dios santo.
Me acerco al refrigerador y lo único que hay de comer es una naranja y una banana. Vaya cuanto tiempo sin ver llena esta cosa.