Capítulo 24

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Abro los ojos por la mañana y me dispongo a levantarme para arreglarme, pero es cuestión de mover un simple musculo de mi cuerpo para darme cuenta de algo... me siento de puta mierda. Me duele horrores la cabeza, siento rasposa la garganta y muero de frio. Llevo una de mis manos a mi frente y, como temía, estoy ardiendo. Han pasado solo unos días desde el incidente con esa mujer así que estoy completamente sola en la casa a excepción de Gato.
Maldigo e igualmente me levanto dispuesta a darme una ducha fría para bajarme la temperatura. Después de todo ¿Qué me queda? no puede seguir faltando a clases. Llego a la escuela y siento que podría morir. Por suerte, hoy me toca salir temprano. Apenas puedo poner atención a clase y no logro entender ni la mitad de lo que el profesor explica.

— La profesora Nichols me ha pedido que les informe que desde mañana empiezan las audiciones para la obra escolar. Se que son para los de segundo año, pero le encantaría ver a algunos de ustedes participar — me encantaría darme un tiro — eso es todo que pasen un buen día.

De un momento a otro, suena el timbre que anuncia la hora del descanso, lo cual quiere decir que solo me quedan dos clases y podré irme. Me quedo recostada sobre mi asiento e intento no caer dormida o desmayada cuando siento una mano posarse sobre mi hombro y me sobresaltó.

— ¿Te encuentras bien? — es Coleman

— ¿Qué mierda? ¿No se supone que no deberías hablarme en la escuela? — preguntó viéndolo apenas, pues desde mi posición es difícil.

— Es que desde hace un buen rato te veo algo extraña, y me preocupé — contesta.

— Tan solo estoy algo enferma, no seas exagerado. Ahora vete a menos que quieras que alguien note que estás hablando conmigo — le contesto cortante. Él no dice más y se va.

Intento ocultar mi cabeza en el gorro de lana que traigo puesto. Que nadie sepa que me estoy muriendo justo aquí.

— ¿Ryland? — es el profesor Weytter.

Me quito el gorro y lo observo su barba está atacando mucho más su cara. Luce mucho más mayor sin mencionar el horrible suéter de rombos. Agh hasta a mí me desagrada.

— ¿Cómo has estado? Tenía ya un tiempo sin verte.

— He tenido mejores días, profesor, pero al menos sigo respirando — o al menos eso creo.

— ¿Sigues enferma? — pregunta. No, a mí me gusta lucir la nariz roja y el dolor de cabeza punzante.

— No, solo son las últimas partes del resfriado que tuve. Pero ya debo irme mi otro profesor no me esperará — me levanté y salí sin más. Nunca habíamos tenido una conversación tan corta pero ahora no es mi mejor momento.

Cruce el pasillo, pero me detiene una figura voluptuosa de piel morena. Genial. Otro obstáculo.

— ¿Qué te pasa, zorra? Al fin ya te dio una enfermedad venérea — dice sonriendo

— Aún no, pero ¿cómo estás tú? ¿Algún gusano ya se está comiendo el plástico que llevas en los senos? — dije haciéndola a un lado.

Ignoro los gritos que me da, mucho más fácil porque en realidad no logro escuchar mucho de lo que pasa alrededor.
Por fin llega la hora de huir de este lugar y siento que mi cabeza va a explotar. Siento mi cuerpo pesado y no estoy del todo segura de donde estoy. Camino como puedo hasta mi casillero. Creo que hay gente observándome, pero no tengo las fuerzas para preocuparme por eso. Llego a mi casillero y me dispongo a guardar algunas cosas antes de irme cuando, de un momento a otro, siento a mis piernas perder fuerza y ceder. Siento como si fuera a caer me preparo para el inminente golpe... que nunca llega. En cambio, unas manos me sujetan con fuerza. Y me ponen de pie de nuevo

𝐸𝑙 𝐷𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜 𝐷𝑒 𝑈𝑛𝑎 𝑍𝑜𝑟𝑟𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora