No puedo creerlo, de verdad es enorme creo que me va a dar algo como un infarto. La mansión de los Coleman abarca tal vez unas dos calles juntas. Tienen un enorme jardín verde con rosales en el que se encuentra un letrero donde especifica que no toques el césped.
Por favor, amigos. No saben con quién hablan.
Tomé mi bolsa, acomode mi cabello y doy un fuerte suspiro antes de pisar el césped hasta llegar a la entrada, estoy frente a una larga y ancha puerta de madera con una especie de león dorado en medio para golpear. Lo tomo algo incómoda y lo golpeo fuerte contra la madera. Los golpes se escuchan alrededor de la casa.
— Vaya, casucha — dije y en ese instante la puerta se abre dejándome ver a un mayordomo bien vestido con una cara larga y ceño fruncido.
— Sí ¿qué se le ofrece? — me mira de arriba a abajo haciendo una mueca de desaprobación — ¿Señorita?
Le sonrío y acomodo mi pelo de nuevo — Hola, Largo vine a ver al príncipe — informe y entre a la casa.
Wow, esto debe de ser una broma retratos en óleo de la familia Monster ¿qué tal eso? Los muebles blancos y finos como de costumbre con los ricachones pero la más llamativo es la decoración como si fuera un palacio de verdad.
— Me temo que debo pedirle que se retire, señorita.
Estoy a punto de abrir la boca para informarle al puto largo que no me trate así, pero la figura de su majestad estaba mirándonos desde el segundo piso con seriedad.
—¡Jeffrey! — llama en voz alta mientras baja algo apresurado las escaleras — ¿me podrías explicar qué le haces a la señorita?
Camina hasta, Largo, lo mira muy serio casi molesto, pero no enojado eso es obvio. Lleva pantalones cortos y una camisa polo a combinar, parece que viene de alguna clase de idiotas millonarios que no tiene otra cosa que hacer con su tiempo.
— Amo Richard, lo lamento, pero la señorita entró sin permiso a la casa y pensé que sería alguna intrusa.
Me mira con alguna especie de asco y ahogo un quejido.
— ¿Jeffrey? — me mira enojado —¡Jeffrey! — lo mira — ella es mi invitada, no es una intrusa y estaremos ocupados, no me molesten por favor.
Largo, lo mira apenado y asiente — Claro, Amo Richard, no volverá a pasar.
— Eso espero, Jeffrey — ahora se posa en mi — vamos a mi alcoba — dice y da la vuelta para volver a la escalera.
Me encaminó a la escalera y le doy una mirada de orgullo a Largo además de mostrarle la lengua. Camino detrás de Richard, la pared azul rey que adorna el pasillo se encuentra llena de fotos y cuadros de arte. Choque con su espalda por estar distraída viendo todo alrededor
— Ya vamos a entrar, por favor, no rompas nada — se me escapo un gruñido.
En cuanto abre las dos puertas de roble juntas veo lo increíblemente enorme que es su cuarto abarca casi dos o tres casas de mi vecindario. La pared de la izquierda es un enorme librero de pared que se extiende hasta la pared del fondo. Una oficina con enormes ventanales y una sala con baño privado, aparatos de ejercicio y del otro extremo una cama matrimonial. Esto es un putero lleno de cosas caras que no debe de usar.
— ¿Esto es todo para ti? — pregunte y deje caer mi bolsa al suelo al igual que mi mandíbula.
— Claro que es mío, te acabo de informar hace un momento que es mi alcoba.
Su cara se muestra confundida pero no tanto como la mía.
— ¿Por qué tienes esa cara?
Deja caer sus manos, mientras camina alrededor mío. Su colonia huele bien, pero siento que usa demasiada para estar en casa.
— Es raro que alguien entre aquí la encuentre fascinante cuando es muy poca cosa — admite paseándose por el escritorio.
Ahora si estoy a punto de colapsar, es más grande que mi casa. En realidad, es unas cuatro casas como la mía el cuarto tiene un baño enorme, unas pesas en la mitad de la sala, su cama atrás de mi casi al lado de la puerta y para terminar una sala (dos sillones largos de terciopelo color rojo) llenando el espacio.
— ¿Vamos a sentarnos para empezar con esto? — pregunta, pero negué con la cabeza.
— Primero debo pregunta, ¿sabes los conceptos básicos? — me mira con una ceja levantada — ¿zonas erógenas? ¿clítoris?
Se encoge de hombros.
— ¿Eso que tiene que ver?
Dejo caer mi bolsa en el suelo y camino a su alrededor observándolo.
—¡Es algo demasiado obvio, necesitas saber esos conceptos que llevan al placer antes de poder dárselo a una persona o acaso al hacer un pastel no lees las instrucciones y solo arrojas las cosas! — exclame
Asintió y me guio con la mano al sillón.
— ¿Qué necesitas para enseñarme eso? ¿Libros? ¿O alguna cosa?
— Primero necesito un pizarrón, ¿tendrás alguno?
***
— Esto es un clítoris, y será tu mejor amigo a la hora de tener sexo — escribo en el pizarrón con letras grandes "Clítoris" como título.
— ¿Cómo tengo que hacerlo? ¿Lo presiono o...? ¡Auch! — lo golpee con la regla de madera que me presto
—¡Claro que no! ¿Qué te pasa? ¡No es un botón que debes de presionar para que se moje?
— ¿Quién se tiene que mojar? — preguntó asustado.
Esto será mucho más complicado de lo que pensé. Más vale que la paga siga siendo buena.
Me froto las sienes con los dedos — ¿Qué es lo que sabes del sexo? — se queda quieto y luego abre la boca, pero se calla.
— En realidad deberíamos de volver a donde me explicas ¿por qué las mujeres se mojan?
Tome el borrador y lo pase veloz por todo el pizarrón.
— ¿Qué dibujo harás ahora?
— Dibujo una vagina para poder explicarte mejor todo.
Suspira molesto y se cruza de brazos haciendo que se arrugue un poco su camisa.
— ¿Todo el tiempo será la "teoría"?
Me detengo y doy la vuelta para mirarlo. Tiene una arruga en la frente debido a que la frunce.
— Deberías de agradecer que estoy poniendo mi mayor esfuerzo en esto, para que aprendas a la perfección lo que debes de hacer para darle placer a la que será tu esposa.
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𝐸𝑙 𝐷𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜 𝐷𝑒 𝑈𝑛𝑎 𝑍𝑜𝑟𝑟𝑎
Teen Fiction𝐐𝐮𝐞𝐫𝐢𝐝𝐨 𝐃𝐢𝐚𝐫𝐢𝐨: 𝐓𝐞 𝐩𝐫𝐞𝐠𝐮𝐧𝐭𝐚𝐫𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐨𝐧𝐝𝐚𝐬, ¿𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐞𝐳 𝐥𝐥𝐞𝐠𝐚𝐬𝐭𝐞 𝐚 𝐭𝐚𝐥 𝐠𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐫...