Capítulo 22

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La alarma de mi celular suena a las seis en punto, la apago y me quedo quieta unos segundos tratando de entender por qué no pude nacer en una familia normal o al menos más común que la que tuve. Por fin me levanto después de pensarlo por un buen rato y ahora mientras me lavo los dientes pensaré cómo escapar de este lugar. Lavado los dientes salgo del baño, en cuanto lo hago tocan la puerta

—¡Pase! — grite

Largo entra con mi ropa doblada en las manos.

— Buenos días, ¿Cómo durmió?

— Bastante bien en realidad — deja la ropa a la orilla de la cama y me mira tranquilo

— Perfecto, el amo Richard me dijo anoche que entregara su ropa a la lavandería y aquí está perfectamente planchada.

— Sabes que al decirme eso te ocasionas ansiedad porque al verla puesta se notará que la arrugue — dije divertida y puso los ojos en blanco.

— Prefiero imaginar que la cuidará, si quiere desayunar debe bajar pronto.

¿Desayuno en la casa del ricachón? Yo me apunto. Solo dejo vestirme

Bajamos juntos, aunque el detrás de mí siempre con dos metros de distancia. La próxima vez le preguntaré el porqué de eso. Me dirige hacia el enorme comedor. Vaya es un papel tapiz azul marino con ciertas figuras que no sé qué son, pero hay una armadura reluciente, un cuadro de la familia y más cachivaches que hacen que la habitación se vea pretenciosa sin contar que la mesa es extremadamente larga con muchas sillas y en la otra punta se encuentra Coleman desayunando en silencio

— En un momento, Margaret le traerá el desayuno — asiento y mueve la silla por mi para que siente, en cuanto lo hago vuelve a acomodar la silla y me pone una servilleta en mis piernas.

— Gracias, Largo — asiente y se va.

Lo observo, tiene la vista pegada en un libro solo veo su mano mover las páginas mientras que con la otra sostiene el tenedor.

— Buenos días, estrellita — bromeó, pero no me mira — ¿hoy es el día de ignorar a Ryland?

— Espero que hayas dormido bien — dice sin mirarme aún

— Así fue — conteste.

Tal vez esté incomodo por lo de anoche. Lo dejaré estar por un rato. Una mujer pequeña y regordeta en uniforme blanco me trae una bandeja que pone frente a mí mientras acomoda los platos; fruta en cubos, un vaso de leche, jugo de naranja y dos wafles. Vaya yo que pensé que desayunaría salmón

Le agradezco y no tarda en desaparecer de igual forma que Largo. Comienzo probando la fruta

— No pongas los codos en la mesa — dice y lo miro, pero cómo me vio — es de mala educación.

— Oh vamos cierra la boca, papanatas — dije y levantó la vista por fin — parece que no sabes de qué manera me comporto.

— Por eso mismo trato de corregirte.

— Disculpa, rey de los estúpidos, no necesito que me cambies sea por lo que sea — lo juro pensé que estábamos apunto de discutir, pero de pronto luce tranquilo

— Entiendo — se vuelve a centrar en el libro.

***

—Iremos al hospital primero a dejarte y después iré a la escuela — dice saliendo de la mansión.

Asiento y camino a su lado. Lassie no me llamó para nada en toda la noche tal vez está bien, debo estar ahí a las siete para el traslado de mi madre. Dios ya me duele la cabeza. Ya en el auto revisé mi celular.

Estire mi mano en el asiento y toco la pierna de Coleman que inmediatamente se apartó.

— ¿Acaso tengo piojos? — pregunte y negó con la cabeza — ¿estás enojado conmigo o algo así? Porque si es eso te advierto que no me importa.

— Me siento incómodo — dice y mira la ventana.

— ¿Por qué?

— No creo que deba decirlo en voz alta.

Me río — Coleman, no te hagas del rogar, dime la razón. ¿Es por qué te vi desnudo?

—¡Deja de decir eso! - dice alterado

— Bien, ¿pero ¿qué sucedió que no puedes ni verme?

Suspira, se pasa las manos por la cara y se quita los lentes un momento

— Anoche apareciste en mi sueño — ya sé a dónde va esto — y es todo.

—No te creo — grite — ¿qué estaba haciendo en tu sueño?

Literalmente no creo que se pueda poner más rojo de lo que ya está.

— Estabas en mi habitación — dice en un susurró — estábamos juntos.

— Ajá

— Creo que estábamos teniendo...

—Sexo.

Se le fue el color de la cara. Por un momento juro que se iba a desmayar

— Creo que sí, pero es incómodo ya no puedo verte — dice con angustia.

— Ya, eso es normal, hombre todo el mundo los tiene alguna vez

— ¿Has tenido? — asiento — ¿quién aparece?

— Samuel Larsen — dije y me miró sin entender — ¿no has visto a ese chico? Parece que los dioses tallaron su rostro.

— ¿Quién?

— Olvídalo.

— Pero también cuando lo sueñas tú ...sabes que olvídalo no necesito que te rías más de mí.

No entiendo a qué se refiere, hasta que lo capto en seguida. Intento no reírme, pero es inevitable y la risa se me escapa haciendo que me mire.

— ¿Me dices que tuviste un sueño húmedo conmigo? — me reí con ganas — eres patético, tienes dieciocho años, Coleman

— No soy patético, lo investigué y es normal lo puedo tener a cualquier edad.

— Si, ajá

La verdad me he reído más con él, que en mucho tiempo. No me dice nada solo me ignora mientras a mí se me salen las lágrimas. Hasta que el chófer nos avisa que hemos llegado al hospital, entonces la risa se me corta en segundos haciendo que los nervios se apoderen de mi ahora.

— Todo va a salir bien, Ryland — dice — vendrán por ella a las ocho.

Pero eso no me tranquiliza, abro la puerta del auto y veo el edificio que me hace sentir pequeña. No le digo nada cuando me alejó del auto, ni el frío me hace efecto con lo nerviosa que estoy no sé nada de ese lugar, ni donde está exactamente. Ni siquiera sé su nombre, tal vez esto sea una muy mala idea o una señal de que debo quedarme aquí para siempre a cuidarla como pueda. 

𝐸𝑙 𝐷𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜 𝐷𝑒 𝑈𝑛𝑎 𝑍𝑜𝑟𝑟𝑎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora