Inquilino - Freddie Quell

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De The Master (2012)

Tu madre había tenido la brillante idea de poner en alquiler el sótano de la casa. Muchos veteranos habían vuelto de la guerra en Europa y Japón, y buscaban trabajo.

Los sueldos eran bastante bajos. Eran trabajos temporarios, por lo que los hombres no podían pagar alquileres caros. Era buena idea rentar el sótano, al fin y al cabo eran unos dólares más para tus estudios.

Pusiste un cartel en el buzón y uno en la ventana, que era más grande: Se alquila habitación. Pintaste las letras de color rojo, sumado a que la calle siempre era bastante transitada, pues llegaba al mercado, lo que llamaría la atención de alguien.

Estabas haciendo los últimos deberes de la escuela. Te quedaba menos de un mes para graduarte, pero los profesores seguían dando tareas.

Fue allí que oíste que tocaban la puerta. Qué imbécil, pensaste, pues tenían timbre. Tal vez no lo había visto.

Quien sea que fuere, volvió a dar tres golpes en la puerta. Bajaste las escaleras rápidamente, pero tu madre estaba allí. Acababa de abrirle al extraño.

— Buenas tardes, señora. — dijo una profunda y misteriosa voz rasposa. — Ví el cártel, y quería saber el precio de la renta.

No podías ver al sujeto, pues no había subido los peldaños de la escalera de entrada. Llevaba un bolso en su mano, seguramente sus pocas pertenencias.

Tu madre miraba hacia abajo, como si fuera una Diosa con el poder de tener a los humanos a su merced con el precio.

— Son veinte dólares la noche. Tendrás desayuno, almuerzo y cena si lo deseas.
— En verdad es una buena oferta, señora...
— T/A.
— Señora T/A. ¿Puedo ver la habitación?

Claro que si, pensaste. Querías ver al hombre, y ni siquiera te habías dado cuenta que estabas como oculta tras la barandilla de la escalera, a oscuras y en cuclillas.

Cuando tu madre le dió paso, él ascendió los escalones y entró a la casa. No era muy alto, pero si muy delgado y algo musculoso, lo cual aumentaba su estatura y porte.

Tenía el cabello oscuro corto, una cicatriz sobre el labio y los ojos grandes color verde pálido. Debía tener treinta o treinta y cinco años. No más.

Un tipo atractivo, no debía ser de por allí. Tenía un acento diferente, y menos se le entendía por una leve parálisis facial. Sus ojos revisaron rápidamente la casa, y de repente te divisaron.

En la oscuridad de las escaleras, y solo con la poca luz de los últimos rayos de sol desde las ventanas y la puerta abierta, el tipo parecia un felino asechando a su presa.

Incluso te pareció que sus ojos brillaban. Pero era tu cabeza de adolescente que estaba simplemente fantaseando sobre ese guapo extraño.

Lo que si no era una fantasía es que al segundo en que él te vió, te sonrió sin separar los labios. Y levantó la ceja en un gesto que percibiste como coqueto.

Luego volvió a tu madre. Su vistazo a tí sólo debió durar medio segundo, pero fue una de las cosas más extrañas y hermosas que te habían pasado.

— ¿Cómo te llamas? — preguntó tu madre.
— Freddie Quell. Soy de Massachusetts.

Caminaron hacia la escalera, Freddie siguiendo a tu madre. La entrada al sótano estaba justo allí, por lo que te subiste los pocos peldaños para ocultarte tras la pared.

Freddie te buscaba con la mirada. Disimulaba con que veía el entorno si tu madre volteaba a verlo.

— La habitación está en el sótano. Hay una caldera, un pequeño baño y la cama. El espacio restante está ocupado por nuestras cosas.

Joaquin Phoenix - Imaginas & One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora