Reconstrucción - Abbé de Coulmier (parte 2)

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Éste tiene smut.

La mañana siguiente tenías una hora de lectura junto al Abbé, pero no te presentaste.

Te dormiste llorando. Y llorando despertaste. Era una sensación extraña, y realmente no sabías porque derramabas lágrimas.

- ¡T/N! ¡Abre la puerta!

Tu padre era irrascible. Y golpeaba con fervor la puerta.

Tal vez el Abbé le había contado lo sucedido en la noche. Era capaz de golpearte.

- ¡T/N!
- No la moleste, Monsieur. Se lo suplico. - la voz del Abbé se oyó trás la puerta. - Déjela en paz.
- Debe ir contigo. Le toca la lectura.

No sabía nada. Bien.

- Déjela. Después retomaremos esa hora.
- ¿Usted se quedará hoy aquí, Abbé?
- ¿Porque habría de quedarme?
- Está herido. No debe hacer fuerza. Prefiero que se quede, por su bien.
- Si así insiste, señor...

Se alejaron de repente. Viste las sombras bajo la puerta irse.

Te quedaste un rato en la cama. Hasta que te levantaste. Debías ir a lavar la ropa con sangre del Abbé.

Saliste con el temor de hallarlo. Pero no estaba cerca. No querías verlo luego de lo ocurrido en la noche.

Una vez que lavaste, dejaste la ropa colgada para que se secara. Sentiste una mano en el hombro, que te hizo sobresaltar.

Volteaste con el puño cerrado, dispuesta a golpear a quien te hubiera asustado.

El Abbé se cubrió la cabeza con ambas manos, temeroso de que lo golpearas.

- ¡Espera! Soy yo.
- ¿Qué quieres? - dijiste, bajando la mano.
- Yo... T/N, quiero hablar contigo.

No contestaste nada.

- Quiero que me des la chance de explicarme...
- ¿Que quieres explicar, François? ¿Crees que no se que lo que hice estuvo mal? ¿Crees que no se sobre tu voto de castidad?
- ¿Porque no me dejas hablar?

Exhalaste con fuerza. Y lo tomaste del cuello de la sotana nueva.

- ¿Hablar? No quiero que me hables, Abbé. Cada vez que abres la boca para dirigirme la palabra, siento un vacío en el estómago. Si tan sólo te veo, me cuestiono mi propia moral. ¡Estoy enamorada de tí! ¡Y no puedo hacer nada para evitarlo, salvo alejarme de ti!

Lo soltaste. Se quedó viéndote pasmado.

- Oh... T/N...

Intentó tocar tu rostro con una mano, pero lo esquivaste, enfadada, y hablaste con sarcasmo.

- Piensa en tus votos, Abbé. Piensa en Dios. Te está mirando. No debes ofenderle.

Saliste caminando, enojada, pero con ganas de llorar otra vez. No querías ser así con él. Y tampoco era su culpa que te hubieras enamorado. Pero no podías evitarlo.

Te sentías mal con él, contigo misma, con tus creencias, y en especial con tu padre. ¿Qué pensaría él si le decías que estabas enamorada de un sacerdote? Podía matarte a golpes por las blasfemias, y por los obvios pensamientos dirigidos hacia el Abbé.

"Pensamientos tan impuros que hieren a los ángeles."

El Abbé se quedó mirándote, mientras te ibas. No podía seguir reprimiendo sus deseos hacia tí. Debía liberarlos de alguna manera.

Ingresaste a la casa, y comenzaste a preparar la comida. Le dejarías una porción a él, claro.

Te sentaste a comer frente a la chimenea, pero justo viste al Abbé pasar frente a tí. Ni siquiera te vio. Sólo subió las escaleras, directo a su habitación.

Joaquin Phoenix - Imaginas & One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora