Bath Time - Cómodo (parte 2)

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De Gladiator (2000)

La llegada a Roma.

El ascenso del joven emperador.

Al menos así debía ser. 

Cómodo esperaba que la plebe, reunida alrededor de las anchas calles romanas, lo aplaudiera ante el avance del carruaje.

No fue así.

Estando en su cama, en la tienda instalada en Germania para quien hubo sido el emperador, Marco Aurelio, Cómodo acarició tu rostro con gentileza.

— Te enviaré a Roma mañana.
— ¿Porqué? — preguntaste, levantando tu cabeza de su pecho para poder verlo directo a los ojos.
— Quiero que me veas llegar. — respondió sonriendo.

Se suponía que su llegada debía ser magnífica. Se suponía que el pueblo iba a amarlo, pero en vez de eso, lo abuchearon.

La única contención entre la plebe y el carruaje eran los pretorianos alineados uno al lado del otro con sus escudos contra el suelo.

Servían de barrera.

Cómodo estaba nervioso. Pero aún así, no lo mostró. Y su entrada fue magnífica.

Al menos eso pensaste cuando lo viste en el carro, al lado de su hermana, con toda la escolta detrás.

Por todos los dioses, se veía demasiado atractivo.

Su armadura y ropajes le sentaban bien. El corte de cabello que le habías propiciado se aplacaba con la corona de oro. Se veía radiante, magnífico.

Cómodo y Lucilla subieron las inmensas escaleras del palacio. Lucilla se abrazó a su hijo, mientras Cómodo era recibido por varios niños que portaban flores.

Los senadores y súbditos lo saludaban bajo el "Ave, César" que a Cómodo tanto le gustaba oir en esas últimas semanas, y que tanto había deseado desde niño.

Entre la multitud reunida en esa entrada, te buscó con la mirada. Y te encontró.

Sin estar muy seguro de si eras tú al principio, pues te veías distinta a cuando estaban en Germania, Cómodo entrecerró un poco los ojos y allí te sonrió.

Su sonrisa te derretía el corazón, pues no era frecuente. Y sin embargo, sentías que eras la única persona a la que le dedicaba ese lindo gesto.

Cómodo fue llevado a la sala del Senado, mientras tú te retirabas con los demás sirvientes a trabajar en el resto del palacio. Había mucho que hacer.

Algunos limpiaban, otros preparaban el inmenso banquete de bienvenida. Tú te encargaste de que su habitación estuviera perfecta.

Cómodo te había envíado a Roma con una carta dirigida a quien daba las indicaciones en el ámbito servil.

Tú, y sólo tú te encargarías de su habitación y el inmenso baño contiguo, y debías tener al menos tres sirvientes a tu disposición para que siguieran tus órdenes.

Además, serías su concubina, así que ya no responderías a nadie más, salvo a él.

No habías pedido nada de eso. Sólo habías acompañado a Cómodo a Germania, como una criada elegida entre muchos.

Pero lo que había sucedido en esa tienda al parecer hizo que él cambiara de opinión de acuerdo a tú trabajo.

Tal vez Cómodo te había llevado a Germania con un obvio propósito. Confiaba en ti, y eras su amiga hacía años, si.

Pero tal vez al estar alejados de Roma, solos tú y él, recién podía expresar realmente todo lo que sentía por tí. Sin críticas de nadie.

"Me gustaría que fueras mi concubina" te había dicho. Y tal vez no era broma. Ahora lo confirmaba con esa carta. Y no podías negar que siempre lo habías deseado.

Joaquin Phoenix - Imaginas & One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora