+18. PEDIDOS ABIERTOS a mensaje privado o en los comentarios!!
Algunos son de mi autoría, otros son traducidos de Tumblr.
Mucho fluff, smut, headcannons(HC's) y algunas historias de varios capítulos con distintas temáticas y géneros.
Espero que los...
El horrible anuncio ocupaba gran parte de la portada del periódico ese día, asi como los noticieros en la televisión.
Tomaste el periódico que había estado leyendo un celador en la cafetería de la escuela. Y leíste toda la nota.
"El conocido asesino Arthur Fleck, también llamado Guasón, escapó del Hospital Estatal de Arkham ayer durante la noche. Se encontró a dos enfermeros muertos junto con su psiquiatra, en su celda. Está armado, y es peligroso. Recordemos que Arthur Fleck asesinó a Murray Franklin el año pasado, causando una ola de violencia que comenzó con el asesinato de los tres jóvenes de Wall Street en el metro. Asesinato también perpetrado por él. La policía aún intenta dar con el paradero."
La nota seguía mucho más. Pero no la leíste. Tus ojos se dirigieron a la foto que se situaba debajo, a todo color, de ese tipo al que llamaban Guasón.
Debieron sacársela al ingresarlo al Hospital. Pero por lo que su apodo respectaba, fuera del maquillaje de payaso que había usado esa fatídica noche en el programa de Murray, no se lo veía muy alegre.
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Arthur Fleck, si ese era su nombre, te pareció un tipo común. No tenía cara de asesino. Pero si se veía muy deprimido, demacrado, sufrido. Todo un paciente de un loquero.
Sus ojos, de un color verde pálido que apenas resaltaba por la tinta impresa, te parecieron los ojos más tristes que habías visto.
Vaya a saber, pensaste, todo lo que ese tipo había vivido para haber hecho lo que hizo.
Te dió pena.
Y te pareció bastante atractivo, a decir verdad. Nunca lo habías visto sin maquillaje.
Dejaste el periódico justo cuando el timbre de fin del recreo sonó, sacándote de tus pensamientos.
Era tu último año en la secundaria, y pensaste que sería más tranquilo. Pero ¿Cuando es tranquila la escuela?
El invierno hacía que la noche cayera con antelación sobre Gótica. Y después de leer esa noticia, temiste bastante.
Debías ir a pie hasta tu casa, a varias cuadras. Pero por quien menos temías era por el tal Guasón. Tenías miedo por todos esos malhechores que salían día a día a robar.
Y no les importaba dar un tiro a su víctima.
Apresuraste el paso cuando saliste del edificio, apretando tu mano alrededor de la correa de la mochila.
Apenas dos cuadras, y sentiste como una mano con un pañuelo empapado en un líquido envolvió tu nariz.
Caíste desmayada al instante.
Te despertaste. Tu cabeza dolía, y el fuerte olor del formól aún resonaba en tus orificios nasales.
Te quisite mover, pero estabas atada de manos y pies con largas cadenas a una cama. La habitación estaba totalmente a oscuras, y la única luz entraba por bajo de la puerta.
Comenzaste a gritar desesperada. Sentías que tu cuerpo no respondía. La única imagen que vino a tu mente fue la de tus padres. Y comenzaste a llorar.
Tu desesperación ascendió mientras te dabas cuenta de que nadie te oía. Excepto por esos dos pies del otro lado de la puerta, y cuya sombra caía hacia la habitación.
De repente, la puerta se abrió. Y desde ella ascendió, primero, una sonora carcajada. Y luego, la silueta.
Seguiste gritando. Y él seguís avanzando. A cada paso que daba, más podías reconocer que estabas frente al hombre mismo.
Arthur Fleck. El Guasón. Con el mismo maquillaje con el que apareció en el show de Murray. Y te espantó tanto el año anterior.
De repente te quedaste en silencio, agitada. Ahora no te espantaba. Ahora... Ahora no sabías qué sentir.
— Tranquila, gatita, tranquila. No voy a hacerte daño. No es necesario tanto griterío.
No hiciste caso. Seguiste gritando un poco más, hasta que él, de pie a tu lado, te dió un golpe con el dorso de la mano en tu mejilla.
Luego exhaló, como arrepentido. Te quedaste viéndolo, las lágrimas saltando de tus ojos entre la confusión y el ardor de tu rostro.
— Carajo. No quería golpearte.
De repente se fue. Cerró la puerta tras de sí con llave, y te dejó allí.
El silencio que se generó a partir de ese momento era sepulcral. Ya no querías seguir quejándote. No tenías fuerzas. Y no podías hacer nada para evitar la situación.
Habías sido secuestrada. Y vaya a saber qué quería este tipo de t---
La puerta se abrió de repente. Él, quien antes había entrado riendo, ahora venía con la cabeza baja. Tal y como un perro cuando sabe que hizo algo malo.
Se acercó a tí. Tú sólo te hiciste hacia atrás, pegándote lo más que podías al respaldo de la cama.
Cuando estuvo a los pies de ésta, te mostró un ramo de flores artificiales que tenía tras su espalda. Y sonrió.
— Lo lamento. No quería golpearte. ¿Puedes perdonarme, T/N?
Dudaste un buen rato. Pero era mejor colaborar con él. Tomaste el ramo, asintiendo con la cabeza.
— ¿Cómo sabes mi nombre?
Él sólo sonrió. Y se sentó en el borde de la cama.
