Go - Joker (parte 2)

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Llevabas dos semanas en ese lúgubre sótano. Y ya no tenía sentido llorar.

Dos semanas en los que, de a poco, comenzaste a darte cuenta de que él no era tan malo.

De a poco, el Señor J, como te dijo que le llamaras, comenzó a ganarse tú confianza.

No le perdías el miedo, claro está. Tu sentido de supervivencia te mantenía al márgen permanente. Pero ya no te tenía encadenada. Y te trataba bastante bien.

Tenías un baño en el que podías asearte todos los días. Tenías un pequeño televisor con el que entretenerte. Y obvio, la incómoda cama.

Nunca te había tocado. Y te daba comida todos los días. A veces se sentaba a tu lado, y miraba el televisor contigo, sin decir palabra.

Luego te saludaba, y subía las escaleras. No volvías a verlo hasta la mañana siguiente.

Y al cabo de varios días, comenzaste a hablarle. Y él también contestaba. Te contaba chistes, a pesar de que te había secuestrado. Te hacía reir.

Te quedaste mirando la luz del día desaparecer lentamente por la pequeña ventana que daba a la calle.

La noche vino rápidamente. Y con esa misma velocidad, oíste al hombre que te tenía secuestrada reir.

Te habías acostumbrado a sus ataques de risa. A veces sí se reía de veras, pero por lo general, algo le causaba una risa repentina.

Se había reído enfrente tuyo varias veces, así sin más. Intentaba calmarse sin poder hacerlo. Y no sabías cómo reaccionar.

Y en esas dos semanas, no te había hecho nada. No entendías para qué te tenía allí encerrada.

Debían estar buscándote. Así como también debían pensar en que estabas muerta.

Otra vez pensaste en tus padres. Te lamentaste por ellos. Te entristecía saber que debían llorar día a día pensando en dónde estabas.

La risa se hizo más cercana. Arthur Fleck estaba detrás de tu puerta. Intentaba calmarse, hasta que lo logró.

Abrió la puerta, ingresando con su notable porte, su traje rojo, y fumando un cigarrillo. Aún tosía por la risa, y aclaraba su garganta mientras se acercaba con una bandeja en sus manos.

No pudiste evitarlo.

— ¿Estás bien?

Te observó. Detrás de todo el maquillaje, y de esa sonrisa roja que atravesaba su rostro, te observó, confundido al ver que te preocupaste por él.

No respondió. Se quedó allí, parado. Por un segundo, su mente fue hacia otro lado.

— ¿Estás bien? — respondiste.
— Sí... Gracias. Ten.

Dejó la bandeja con la cena en la cama. Y como lo había hecho muchas veces, se sentó al borde, sin verte.

Nunca te había respondido el cómo sabía tu nombre. Te conocía de antes, era obvio. Pero no sabías cómo.

Tomaste la bandeja, y comenzaste a comer la cena. El Guasón tosió una vez más.

— Ten. — dijiste.

Él se limitó a voltear para verte, extendiéndole el vaso con agua.

— Gracias.

Sonrió, y estiró su mano. Sus dedos tocaron los tuyos por un breve segundo, dándote un largo escalofrío a lo largo de todo el cuerpo.

A él le sucedió lo mismo.

Dió un sorbo, y aclaró su garganta.

— ¿Porque te ríes?

Joaquin Phoenix - Imaginas & One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora