Joaquin Phoenix - Imaginas & One Shots

Viaje - Abbé de Coulmier

De Quills (2000)
Les juro que amo la idea de empezar a escribir algunos one shots sobre un Abbé moderno. ¿Qué les parece? Me encantó escribir éste.

Viajar nunca había sido de tu total agrado. Al menos no en autobús. No te gustaban las rutas. De por si, el tráfico solía asustarte bastante.

Pero ahora no podías decir que no. No era posible negarte si él te lo pedía con tal sutileza y esos ojitos de perrito que solía poner para convencerte.

— ¿Me acompañarías a Bourges? — Te había dicho. Y comenzó a explicarte que debía ir a un seminario lejos de París, y que necesitaba un acompañante.

Te preguntabas porque tú.

Y te preguntabas porque él.

¿Porque el Abbé era tan bueno? ¿Porque podía convencerte tan rápido? ¿Era muy buena persona? Por supuesto. ¿Era porque te gustaba demasiado? También.

Era imposible que no te gustara. Desde un primer momento, en que lo conociste, sentiste un clic.

Pero solamente querías mantener una amistad con él. No podías enamorarte de un sacerdote. No era normal.

Pero era inevitable. Y ya habías caído bajo su terrible encanto.

Aunque jamás te hubieras esperado que él te amaba a tí. Y que tenía un plan de acuerdo a su viaje.

Llegaron a la terminal de París durante la tarde. Viajarían toda la noche, y llegarían a Bourges a la mañana temprano.

Doce horas de viaje. Doce horas por las largas carreteras de asfalto que tanto odiabas.

Al menos serían doce horas a su lado. Te sentías segura con él. No estabas haciéndote la cabeza permanentemente con un accidente automovilístico.

No ibas a dormir en todo el viaje. Eso era seguro. Te mantuviste mirando hacia afuera por la ventanilla, hacia los hermosos paisajes que Francia presentaba.

No querías ponerte nerviosa por culpa de la amaxofobia. Al fin y al cabo, habías aceptado ir con el Abbé por tu cuenta. Nadie te obligó.

— Hmm.

El joven sacerdote se removió en su asiento. Estaba dormido. Estaba soñando. Tenía el ceño fruncido. Tal vez una pesadilla.

Dirigiste tu vista a él. Y te quedaste viéndolo por largos minutos. Vaya, era guapo hasta cuando dormía. Eso te hizo esbozar una sonrisa.

De repente el autobús pasó por un reductor de velocidad, cosa que te hizo dar un pequeño salto, haciéndote volver a la realidad.

La peligrosa realidad.

— Carajo.

Comenzaste a sudar. Tu respiración se agitó. El autobús pasó por otro obstáculo. Y eso pareció asustarte aún más.

Cerraste los ojos, intentando no llorar. Comenzaste a rezar en voz baja. Menos mal que el autobús no iba muy lleno.

— T/N, ¿Estás bien? ¿Qué ocurre?

El Abbé despertó de repente. Tal vez sintió cómo te moviste en tu asiento, incómoda por una curva que acababan de pasar.

— Nada. Nada, Abbé. Estoy bien. Est---

Otro reductor de velocidad, que el conductor parecía no respetar.

— Mierda.
— No estás bien que digamos.
— Tengo amaxofobia. Le tengo pánico a las rutas y a viajar mucho en auto.