La Esclava - Cómodo (parte 4)

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El médico te felicitó esa noche por cómo curaste la herida del emperador.

La sutura estaba perfecta. Y Cómodo ya no tenía fiebre. Lo más seguro es que al día siguiente estaría como nuevo. Era muy fuerte, y eso era sólo un rasguño.

Para cuando se retiró, te sentaste a su lado, acariciando su nuca.

- ¿Estás bien?

Cómodo negó con la cabeza. Estaba llorando. Se había aguantado desde que el senador le dijo que su hermana quiso matarlos. Pero ahora que estaban solos, se liberó.

No lo habías visto llorar nunca. Sus ojos eran increíbles con el llanto, a pesar de que no te gustaba verlo así.

Nunca creíste ver al hombre más poderoso del mundo llorando desconsoladamente.

Te abrazó, llevando su cabeza a tu pecho. No podía creer todo lo que había pasado.

Si bien habían perdonado a Lucila, sabías que él no dejaría todo en la nada.

Intentaste consolarlo. Le cantaste una canción que acabó por relajarlo, recostándose en tu regazo.

- Nunca creí que mi propia hermana iba a querer matarme. Y a tí, que no le hiciste nada. ¿Que te dijo?

No querías decirle. Si le decías, debías decirle también sobre lo que Lucila te había dicho. Sobre lo que él había hecho. Y no querías preguntarle. No aún.

- Me dijo que quiso matarnos, tal vez para entregar el poder al senado.
- Es por eso que pienso disolverlo.
- ¿Qué?
- Es lo mejor para el Imperio. Es lo que mi padre quería.
- ¿Y es lo que tú quieres? ¿Es acaso lo que conviene?

Tus consejos lo habían ayudado mucho en su administración en el último tiempo.

Pasó sus dedos por tu rodilla, enviando escalofríos por toda tu pierna. Seguía mirando al frente, mientras le acariciabas el cabello como siempre solías hacer.

- Roma estará mejor sin ellos, T/N. Se dejan mucho del dinero de los impuestos. Comen, cogen, se divierten. Y el pueblo se muere de hambre.

Claro que tenía razón. Pero disolver el senado era algo peligroso.

- Escucha, Cómodo. Mañana me vestiré como civil. E iré a la calle. Preguntaré a la gente que piensan sobre si el emperador disolviera el senado. No es buena idea que tomes la decisión sin consultarle al pueblo primero.

Y fue lo que hiciste a la mañana siguiente. Charlaste con algunas personas durante un par de horas. Y todos coincidían con que el senado ya no servía de nada. Pero disolverlo enloquecería todo.

Volviste al palacio, y encontraste a Cómodo sentado, escribiendo.

- Cómodo, no debes disolverlo. Si lo haces, el pueblo se quedará sin nada definitivamente. Los senadores ingresarán tropas para tomar el poder. Sólo... Sólo déjalos. Ya no pueden hacerte nada.
- No es por mí. Es por ti. No quiero que te hagan nada a ti.

Se puso de pie y te besó. Tenías mil cosas que decirle. Pero sus labios eran increíbles. Te dejaste llevar.

- ¿Quieres casarte conmigo pasado mañana? - levantó el papel de su escritorio. - Estoy pidiendo algunas cosas.

Se sonrió. Sus ojos estaban rojos por haber estado llorando de nuevo.

Supiste que casarte con él despejaría su mente un poco.

- ¿Me conseguirás un lindo vestido?
- Todo lo que quieras.

Más que pensar en el festejo, pensabas en lo que harían en la noche de bodas.

Joaquin Phoenix - Imaginas & One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora