Confesión - Abbé de Coulmier

516 35 10
                                    

De Quills (2000)
Quizás haga una segunda parte. Favor de responder a éste comentario si lo quieren...

El Abbé caminaba por los pasillos del Asilo de Charenton, con una sonrisa en sus labios y un brillo confidente en sus ojos zafiro, a la par que tarareaba.

El día iba perfecto, tal y como él había planeado. De repente, te vió junto con otras recamareras, riendo y hablando por lo bajo. Pero no tan bajo como para oir lo que decían.

Sus ojos las recorrieron rápidamente. Pero se detuvo en tí. Tan hermosa, tan perfecta, con tu piel resplandeciendo, y tus pechos cubiertos apenas por el vestido, recordándole a esas mujeres de las historias del Marqués.

Estaba hambriento de esas mujeres ficticias. Pero te tenía a tí. De hecho, toda tú lo hacías desearte más que a nadie más. Tenía tantas ganas de follarte...

— Estoy segura de que bajo esa sotana está muy bien dotado... Si entienden lo que digo. — dijo tu amiga, riendo

Él retuvo una risita. Si hubiera sabido que la escuchó decir sobre lo que escondía bajo esa sotana... O si hubiera sabido que tenía razón...

— Dios, no puedo contar cuántas veces pienso sobre él durante el día. Es muy apuesto, y tan dulce... ¡El hombre perfecto! Nada me hace mojar tan rápido que mis ideas sobre él...

Hablaste despacio, mordiendo tu labio inferior, sin tener idea de que él estaba detrás tuyo, y había oído todo perfectamente.

Fue la cara de tus dos amigas lo que te hizo dar cuenta de la situación.

El Abbé se acercó a ustedes rápidamente, disimulando toda la información que había acumulado sobre lo que pensabas. Al parecer, el deseo carnal era mutuo.

Observó tu cuello cubierto del cabello que caía como una cascada sobre éste. Quería dejar una marca en tú piel. Su marca.

Si sólo hubieras sabido lo que él deseaba... Si sólo hubieras sabido que  ese hombre santo, puro y dulce era una máscara de un hombre pasional que conocía los libros del Marqués de memoria y que tenía deseos muy lujuriosos y oscuros...

Rápidamente volteaste. Tus mejillas ardían, tu boca estaba entreabierta por saber que de seguro te había oído, y tu corazón estaba como loco.

— Señoritas, T/N...

Saludó con una reverencia que las tres contestaron. Reprimió otra risita al verlas a todas con las pupilas dilatadas y las mejillas rojas por la vergüenza. Eran adorables.

Luego se detuvo en ti, y te dió toda su atención. Estabas viendo al suelo, avergonzada más que tus amigas. Y eso lo excitó más.

— Tal vez deberías ir a confesarte, T/N. Para librarte de esos pecaminosos pensamientos y volver a la pureza.

Tomó tu mentón con sus dedos para hacer que lo vieras, a la par que hablaba con esa voz dulce como la miel. Te dió escalofríos por todo el cuerpo. Sentías que te quemabas, como si tu cuerpo deseara éste toque durante siglos.

Cuando al fin hiciste contacto visual con él, sentiste que te derretías ante esos ojos que parecían ocultar más que a un sacerdote.

Aclaraste tu garganta para responderle esa proposición que él había hecho.

— Si, Abbé... Iré y... Me disculpo por las palabras que tuvo que oir.

Él se río apenas. Pensaste que era porque siempre reía en situaciones así, en vez de ser tan conservador. Pero en realidad fue al ver lo embarazoso que era decirle eso, y el efecto que él producía en tí.

Joaquin Phoenix - Imaginas & One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora