Capitulo 9

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Draco me había citado en la torre de astronomía, pero nunca llegó. Al otro día, cuando lo vi en los pasillos, no dudé en recordárselo, pero no de una mala manera.

—¡Ey, Draco!— lo llamé y él volteó. Sonreí y corrí hacia él y lo tomé del brazo —Estuve esperándote en la torre de astronomía ayer, y nunca llegaste...— comenzamos a caminar.

—Lo siento, me quedé dormido estudiando.

—Que estudioso.

—Alguien tiene que ganarle a Granger.

—Bueno, me alegra que no seas conformista.

—Eso nunca— sonrió pero en seguida se borró su sonrisa —Atenea, tengo que irme. Te veo después— y entonces desapareció.

Estaba desconcertada. Draco se había comportado muy extraño, muy distante. Aunque no era algo nuevo. Llevaba unos cuantos días así, y de vez en cuando recordaba que éramos novios, pero la mayoría del tiempo actuaba de esta manera.

Más tarde, durante la cena, Theodore nos contaba lo bien que le había ido en su cita con Hannah Abbott. Todos estábamos sentados y escuchábamos a Theodore, luego, de un tema nos pasamos a otro hasta que Blaise habló.

—Malfoy. Gaunt. Pansy nos contó que el otro día ustedes dos la estaban pasando muuuy bien en la habitación de Atenea— bromeó Blaise y Pansy le miró molesta.

—Pues... tampoco la estábamos pasando taaan bien como dice Pansy— dijo Draco serio.

—¿Ah no? Yo si... — bromeé, aunque era cierto. No habíamos hecho otra cosa más que unos cuantos besos, pero yo lo había pasado muy bien.

—¿Bueno, y eso qué tiene que ver?— dijo frío y todos lo miraron confundidos tratando de ser discretos.

—Draco, era una broma— dije desconcertada.

—Bueno, para ¿si?

Lo miré con una gran mezcla de sentimientos dentro de mi. Estaba molesta ante sus contestaciones, pero la tristeza y la confusión eran aún más fuertes. Pensé en razones por las cuales él podría estar molesto conmigo, pero no había hecho nada que pudiera molestarlo, o al menos no a propósito.

Por la noche, ya que estábamos todos en la sala común, nos sentamos en los sillones de siempre que estaban justo a lado de la chimenea. Platicábamos acerca de las clases sin olvidarnos de los maestros que las daban.
Para ese entonces a Draco ya se le había pasado el enojo, pero aún seguía frío e indiferente, y yo seguía sin entender lo que sucedía.

—¿Han visto a su perro? Esa cosa me da asco. Eso no es un perro, es una cucaracha en cuatro patas— dijo Blaise refiriéndose al perro de Hagrid.

Draco se acercó a mi. —¿Quieres ir arriba?— Preguntó discreto.

—¿Qué?— pregunté confundida.

—Quiero hacerte mía...— Respondió, pero no lo dejé terminar cuando empecé a toser. Los demás preguntaban qué me pasaba, pero Draco les respondió que sólo me había atragantado con un dulce de los que teníamos en la mesa del centro. Ellos continuaron con su plática y nosotros con la nuestra.

—¿A qué viene la pregunta?— le pregunté a Draco casi susurrando para que los demás no escucharan.

—Creo que fui demasiado claro.

—¿Quieres....?

—Quiero continuar con lo de ayer... Quiero sentir tus piernas en mis hombros— dijo con seguridad. Me sentía extraña pero al mismo tiempo era algo que quería, así que decidí seguir su juego para ver qué tan lejos llegaba.

—¿Ah si? Que bien por mi porque mañana no tengo clases y planeaba dormir hasta tarde.

—¿Estás segura?

—Segura.

Draco miró mis labios y comenzó a besarlos sin importarle quienes estuvieran frente a nosotros, o si había más gente en la habitación.

—Woah, les recuerdo que las habitaciones están a unos cuantos pasos y escaleras— bromeó Pansy con disgusto en su cara.

—Si, Pansy no quiere verlos de nuevo si no la incluyen— bromeó Adrian.

—Cállate Pucey— dijo Pansy y le lanzó el dulce que tenía en su mano.

Draco se separó de mi, resopló, se levantó de su lugar y, tomándome de la mano, me ayudó a levantarme.

—Bueno, ya que ustedes no tienen nada mejor que ofrecer, Atenea y yo nos retiramos— anunció Draco sin soltar mi mano.

—No, la verdad no tenemos nada mejor que ofrecerte que lo que Atenea te ofrece— bromeó Theodore y yo me sonrojé.

—No, sólo vamos a...—dije pero Draco me interrumpió.

—Exacto Theodore, y ya no queremos perder más tiempo, así que nos vamos— dijo Draco con una ceja levantada y una sonrisa arrogante.

Subimos las escaleras y yo le dije que no dijera esas cosas frente a los demás. Él me dijo que él sólo bromeaba y que además no era algo que les importara demasiado. Cuando llegamos al pasillo de mi habitación, me tomó de la cintura y yo puse mis manos en su pecho. Antes de que comenzara a besarme, lo empujé ligeramente y él me miró confundido.

—¿Por qué te portaste tan extraño en la mañana?

—¿Extraño? No me he portado "extraño".

—Claro que si, y lo sabes.

—Lo único que sé es que te quiero ya— dijo y se abalanzó sobre mi boca.

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