Capitulo 41

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Estábamos todos en el gran comedor. Draco leía el diario El Profeta mientras Blaise, Daphne y Nott hablaban de lo preocupados que estaban sus padres con respecto a los recientes ataques de Voldemort, y lo que ya se sabía acerca de Hogwarts. Yo sólo escuchaba lo que decían mientras comía de mi plato de avena.

—Mi madre dice que habrá otra guerra, y que le preocupa que yo esté aquí, pero tampoco quiero irme aún— dijo Blaise.

—Si, mis padres piensan lo mismo... De hecho, quieren que Astoria se salga de la escuela— dijo Daphne.

—Mis padres no quieren sacarme, pero tampoco confían en Dumbledore. Y creo que tienen razón. Todo lo que está pasando es culpa de Potter, si él estudiara en otro colegio, esto no estaría sucediendo aquí— admitió Theodore.

Yo seguía analizando todos los puntos de vista. No consideraba que todo era culpa de Potter, pero era verdad que Hogwarts no se vería tan afectada si él no estuviera aquí. Voldemort lo buscaba a él, y todos sabíamos que él era capaz de hacer lo que fuera necesario con tal de conseguir lo que quería.
En la escuela habían muchas opiniones. Muchos amaban a Potter, pero también era odiado por otros. Aunque era la mayoría los que lo culpaban por todo lo que sucedía.

En la mesa los chicos seguían hablando, y Draco seguía leyendo. De repente lo miré y se veía muy preocupado. Se había puesto pálido como si hubiera visto al mismísimo barón sanguinario en carne y hueso, y miraba hacia el frente.
Me giré para ver a quien miraba y lo comprendí. Katie Bell había regresado de la enfermería.

—¡Miren! Es Katie Bell— susurró Blaise.

Ahora, todos en el gran comedor miraban a Katie y susurraban acerca de su regreso.
Ella caminó hasta que Harry la llamó. Comenzaron a hablar de algo que nadie escuchaba y que después comprendí cuando ella volteó a ver a Draco igual que Harry.
En ese momento me estremecí.

Draco se levantó de la mesa preocupado.

—Draco, espera— lo llamé.

—No. Quédate aquí— dijo por última vez y se fue.

Todos en la mesa estaban confundidos por la actitud que había tomado Draco, y podía asegurar que también sospechaban algo. A lo lejos vi a Harry caminar detrás de Draco y me preocupé aún más. Traté de mantenerme pacífica. Los chicos hablaban y me preguntaban que qué le había pasado a Draco, y yo solo les decía que había olvidado algo mientras trataba de mantenerme calmada.
Pasaron unos minutos, y una imagen se vino a mi cabeza. Luces rojas y verdes. Agua escurriendo. Paredes rompiéndose.

No pude contenerme más. Me levanté de la mesa tan rápido como pude y fui detrás de Draco. Por la imagen que tenía en la cabeza, sabía que estaba en un baño. Me dirigí al baño de chicas del segundo piso lo más rápido que pude y cuando llegué mi respiración comenzó a agitarse.

Draco estaba en el suelo tirado mientras se desangraba en el agua, y Harry sólo lo miraba.

—¡¿QUÉ HICISTE POTTER?! ¡¿QUÉ CARAJOS HICISTE?!— corrí hacia Draco para ver si podía ayudarlo, pero no tenía ni la menor idea de qué podía hacer.

Por suerte, en ese momento llegó Snape y comenzó a conjurar un contra hechizo. La sangre regresaba lentamente al cuerpo pálido y débil de Draco. Mis lágrimas no salían porque mi ira hacía Harry las reprimía. Quería asesinarlo. Quería hacerlo sentir lo que le había hecho a Draco.
Mi corazón palpitaba rápidamente.

Snape se llevó a Draco a la enfermería y yo lo acompañé, pero al llegar me impidieron entrar con él. Caminé hacia el patio para ver si ahí estaban los chicos, pero únicamente vi a Harry y su odiosa y disgustante cara.
Casi nunca actuaba de manera impulsiva, pero esta vez no pensé para nada en lo que hacía, y comencé a caminar hacia Harry a toda velocidad y llena de ira.
Cuando estaba a un par de metros de él, saqué mi varita y apunté a su cara.

—Vas a morir, Potter— dije con odio.

Harry miraba mi varita, mientras Hermione y Ron me apuntaban a mi.

—Baja tu varita Gaunt— amenazó Hermione.

—¡¿O si no qué?! ¡Este idiota estuvo a punto de matar a Draco!— grité molesta.

—Después de lo que hizo, Malfoy lo merecía— dijo Ron.

En ese momento no podía estar más enojada de lo que ya estaba. Tenía ganas de volarle la cabeza a los tres, y sabía que podía hacerlo, me sentía tan enojada, pero al mismo tiempo tan poderosa que era capaz de todo. En ese momento sentí lo que Voldemort sentía todo el tiempo.

Estaba a punto de conjurar un Cruciatus, y ellos estaban preparados para contraatacar, pero en ese momento llegaron Blaise, Daphne y Theodore, y los rodearon. Pude ver los nervios en Hermione, y a Ron hasta le sudaban las manos.

—Vamos, Atenea, estos traidores no valen la pena, mucho menos una sangre sucia— dijo Blaise. Theodore lo miró incómodo, pues él no compartía esos pensamientos. Y Ron se molestó tanto al escuchar eso que le lanzó un "centas" a Blaise, pero Theodore lo desarmó.

Antes de que se volviera una horrible pelea, la profesora McGonagall intervino.

—¡No puedo creerlo! Lo esperaba de alumnos de primer año, ¿pero de ustedes? ¡Cien puntos menos a Gryffindor y a Slytherin por su conducta tan inmadura!— gritó la profesora McGonagall.

—¡¿CIEN?! ¡Pero...!— gritó Daphne.

—Cállese señorita Greengrass. Todos ustedes están castigados. Lamentablemente a ustedes no les puedo poner castigo porque no son de Gryffindor, pero el profesor Snape se encargará de eso. Y ustedes...— apuntó a Harry, Hermione y Ron—...a mi oficina— se dio la vuelta molesta.

El castigo de Snape no me preocupaba, mucho menos los puntos que nos habían quitado. Ahora mi preocupación era Draco.

—Bueno, oficialmente estamos muertos— dijo Theodore.

—No, no lo creo. Snape está tan enojado que seguramente se olvidará del castigo— dijo Blaise.

Nos quedamos en silencio por unos minutos mientras veíamos como el trío y la profesora se retiraban molestos.

—Díganme que vieron la cara de Weasley— Theodore rompió el hielo y todos se rieron. Incluso yo me reí un poco cuando recordé su cara asustada.

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