Capitulo 1 - El final

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Después de todo lo que había sucedido en los días pasados, subir al tren camino a casa tomada de la mano de aquella persona era tan bello como ver el sol ocultarse en el mar.

—¿Listo?— le preguntó Atenea a Theodore antes de subir al tren.

—Siempre— respondió con una sonrisa.

Ambos subieron al tren con mucha seguridad y entusiasmo. Dentro de la máquina, buscaron a sus amigos con la mirada hasta encontrarlos y se dirigieron a ellos. Todos estaban tan felices como emocionados porque por primera vez pasarían juntos una fecha tan importante como la Navidad.

Durante todo el camino no hubo ni un minuto de silencio. Hablaban y reían de todo y de todas las ocurrencias que decían, aunque sobre todo de las ocurrencias y chistes de Laurie, quien nunca fallaba en hacer reír a sus amigos.

Cuando por fin llegaron a Kings Cross tuvieron que despedirse de Blaise, pues lamentablemente para todos tenía que ir a casa a ayudar a su madre en los preparativos de su tradicional e imperdible cena navideña.

Todos le desearon una feliz navidad a Blaise junto con un gran abrazo, así como él a sus amigos, para después ir por diferentes caminos.

En Kings Cross tomaron otro tren para llegar a Wiltshire, que era donde vivían Atenea y Draco, un pequeño pueblo, en su mayoría mágico, conocido por sus hermosos paisajes y la hermosa arquitectura de las enormes casas y mansiones que se encontraban en el pueblo. Nadie nunca sospechaba acerca de aquellas construcciones como mágicas, ni siquiera los muggles más inteligentes se habían fijado en que toda esa gran calle estaba repleta de magos y hechiceros.

Este segundo tren era muy diferente al tren de Hogwarts. Era negro casi en su totalidad, pues había una excepción en sus detalles dorados.
Era un tren bastante elegante y digno para la ciudad a la que iban.

—¿Saben? Ahora mismo me siento como si fuera parte de la realeza— dijo Laurie admirando el diseño de la enorme máquina.

—Es porque en el pasado, e incluso ahora, la mayoría de la gente que vivía en Wiltshire eran parte de la realeza o tenían un lugar importante en la sociedad— respondió Draco.

—¿Entonces sus familias fueron en algún momento de la realeza?— preguntó Elisavet.

—No, no de la realeza, pero si parte de los sagrados veintiocho— respondió Draco.

—¿Y tú, Atenea?— volvió a preguntar Elisavet.

—Creo que muy pocos conocen esta historia, aunque para mi es una gran historia... Tarda un poco, ¿no importa?— preguntó Atenea.

—No, claro que no, yo si quiero escucharla— dijo Elisavet con emoción.

—Y tenemos mucho tiempo para que la cuentes— dijo Laurie.

—Está bien... Todo comienza con el rey Constantino II de Grecia. Antes de que se llevara a cabo la abolición de la monarquía en Grecia, el reinó esas tierras de la peor manera posible haciendo que su reinado no sólo fuera inestable, sino también odiado por todos. Constantino se casó con la princesa Ana María de Dinamarca y tuvieron una hija a la que decidieron llamar Hera, como una de las diosas de su propia mitología. Hera creció felizmente en un mundo de reyes y reinas, príncipes y princesas. Cuando ella cumplió 5 nació su hermana Alexia, cuando cumplió 7 nació su hermano Pávlos, luego nacieron Nikólaos, Theodóra y Felipe...— contaba Atenea.

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