Capitulo 37

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Durante la noche anterior, mientras Atenea y Elisavet tenían una "noche de chicas", Regulus, Hérmes y Damiano se reunieron porque Atticus había citado a Sascha, y él les había contado.

Estaban nerviosos de que fuera algún otro movimiento de Atticus. Hérmes y Regulus estaban preocupados por Atenea; y aunque Damiano no tenía nada que arriesgar, su sed de venganza era aún más grande que cualquier otro sentimiento, al igual que Sascha, así que eso unía a los cuatro más que a un cuarteto de viejos amigos.

Se reunieron en la sala de los menesteres, la cual se había convertido en su salón de juntas y entrenamiento en contra de Atticus. El salón se adaptaba sin problemas a lo que los alumnos que lo utilizaban necesitaran. Así que básicamente tenían todo lo que requerían en un mismo lugar.

Habían estado hablando de lo que habían encontrado en la semana, lo cual no era mucho, pero era importante para lo que tenían planeado.
Habían encontrado ya el verdadero nombre de la persona que Atticus quería revivir: Akraia Thanatos.

Damiano había sido el encargado de buscar información, y lo que encontró era importante. Tras una exhausta búsqueda encontró que Akraia, aunque no llevara el apellido, era una parte esencial de los Gaunt, pues ella había dividido el linaje de la familia creando una alteración en el árbol familiar.

Básicamente, Akraia había sido la tatara abuela de la "primera Atenea" (a la que llamaban así porque existió un par de años antes que la actual), sin embargo, había sido exiliada de la familia por haber tenido amoríos con un mestizo y haber quedado embarazada de él a una corta edad. Lo qué pasó después no se supo. Sólo encontraron que recuperaron el apellido después de que su única heredera se casara con otro Gaunt.

La gran cuestión ahora era saber quién era aquel mestizo, o si existía la posibilidad de que fuera el mismo Atticus. Y si eso era cierto, entonces eso explicaba mucho del por qué Atticus estaba tan obsesionado con los Gaunt, y por qué buscaba desesperadamente la manera de traer a Akraia de vuelta.

Después de escuchar todo eso, Hérmes se levantó de su lugar y se dirigió a la pequeña cocineta que estaba a lado de los sillones en donde se encontraban sentados.

—Bueno, al menos ahora sabemos que Atenea no está en peligro del todo. Aunque eso no significa que no siga entrenando, con Atticus nunca se sabe— dijo sirviéndose té en una tasa de porcelana —Por cierto, Regulus, ¿cómo va Atenea con el entrenamiento?—

Damiano y Hérmes sabían bien quién era Regulus en realidad, así que mencionar su nombre no era un problema. Sólo cuando estaba Sascha o los demás lo llamaban "Laurie", pero que sus amigos más cercanos supieran el verdadero nombre de Regulus era un peso menos que debía cargar. Cada vez se sentía más libre, aunque sabía que eso era nada más que una idea imposible de alcanzar.

—Va bastante bien. No se le está dificultando, al contrario, y avanza muy rápido. Creo que en realidad ya no necesita más entrenamientos, ya controla su magia más que bien; así que ahora le estoy ayudando en duelo y combate— dijo Regulus orgulloso de Atenea.

—Excelente. ¿Vas a enseñarle las maldiciones imperdonables?— preguntó Damiano.

—¿Debería?— preguntó Regulus pidiendo la opinión de Hérmes —¿No es peligroso? Digo, no por ella, sino por el ministerio y esas cosas—

—Creo que... no estaría de más que lo supiera. Después de todo ella es muy responsable. Dudo, y espero, que no tenga que usar alguna de ellas en ningún momento. Pero si debe de hacerlo, quiero que no le falle en ningún momento— dijo Hérmes antes de darle un trago a la tasa. Regulus miró a Hérmes y asintió.

—Entonces empezaremos mañana— dijo Regulus firme. No había pensado en eso, pero después de reflexionar había llegado a una conclusión. Prefería tener que enfrentar al ministerio o Azkaban incluso si era necesario por defensa, que ir a dejar flores a una piedra con su nombre tallado. No iba a dejar que nada de eso sucediera mientras él existiera.

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